Pinceladas de historia

San Borja del Yí, último pueblo guaraní-misionero en Uruguay

domingo 10 de julio de 2022 | 6:00hs.

La población guaraní-misionera de los Siete Pueblos Orientales que emigró con Fructuoso Rivera en 1828 como consecuencia de la Guerra con el Brasil dependió de las oscilaciones del poder del caudillo oriental. Cuando poseía el mando total de su estado, por ejemplo durante sus tres presidencias, la situación de las familias guaraní-misioneras eran favorables. Cuando su posición política era adversa, los naturales padecían enormes sufrimientos. La relación entre el remanente de la población guaraní-misionera de los pueblos orientales con Rivera fue tan estrecha a lo largo de un cuarto de siglo que el caudillo llevó el título de “Protector y Libertador de los Siete Pueblos de Misiones”.

El pueblo de Bella Unión, fundado en 1828, para albergar las familias traídas desde los pueblos orientales fue destruido e incendiado en 1832. La dispersión fue general. Algunos emigraron hacia el nordeste de Entre Ríos,  aunque el grueso de esa población se dirigió al Durazno, detrás de Rivera, quien, fundó a escasas dos leguas de este pueblo, la aldea de San Borja, en la cresta de una pequeña cuchilla que separa el arroyo Sauce del Yí, en el centro de la Banda Oriental. Fueron aproximadamente 900 indígenas los que poblaron el lugar. Se construyó, como era tradicional en los tiempos de los jesuitas, una plaza central y frente a ella se erigió un templo muy precario. La población siguió manteniendo el régimen de comunidad y bajo ese sistema se regló el trabajo de la tierra. Con lo producido de sus cultivos, en una chacra comunitaria, se surtió de frutos y granos a la población de Durazno, único medio de subsistencia de las familias guaraníes.

El cabildo siguió existiendo, a pesar de que esa institución política había quedado sin efecto en Uruguay una década atrás. Se reconoció a Vicente Tiraparé como Corregidor Principal del Cabildo de San Borja y “Comandante de los Siete Pueblos”. Su liderazgo provenía de su larga experiencia al frente de este pueblo en tránsito, pero también por ser el mayordomo de la Iglesia, es decir el custodio de todos los objetos religiosos trasladados desde los pueblos orientales, único tesoro de los tiempos felices.

En 1837, año de graves enfrentamientos entre los principales caudillos orientales, Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, la población india protegida por don Frutos participó en innumerables combates, muriendo gran parte de la población de San Borja, entre ellos, su comandante, don Vicente Tiraparé. El liderazgo fue heredado por su esposa, doña María Luisa Cuñambuy, identificada como “la Mayordoma” o “la cacica”. Hasta dos décadas después, doña María Luisa Tiraparé, como comenzó a llamarse a partir de la muerte de su esposo, fue la líder indiscutida de San Borja del Yi.  Hasta el año 1842, coincidente con la recuperación del poder por parte de Rivera, la población india gozó de tiempos de paz y cierta prosperidad, pero el ocaso de aquel, fue trágico para las familias guaraníes. Vencido en la batalla de Arroyo Grande por Manuel Oribe, aliado a las fuerzas rosistas, Rivera inició un interminable éxodo por los campos orientales, acompañado tenazmente por las familias guaraníes quienes iban detrás de los combatientes. En esa situación, esa población sumó un trágico hecho de guerra a la larga cadena de infortunios de su triste historia.

Un largo convoy conformado por familias indias que se trasladaban en carretas y caballos para unirse a fuerzas riveristas entre Durazno y Tacuarembó, fue sorprendido por fuerzas argentinas leales a Oribe al mando del Comandante Manuel A. Urdinarrain, jefe del ejército de Urquiza, el 19 de septiembre de 1843. El Padrón que se levantó después de esta batalla permite descubrir con dolor el destino de la población guaraní-misionera utilizada como carne de cañón por los caudillos de diferentes colores políticos en las tres décadas posteriores a la revolución de Mayo.

En ese convoy iban 204 familias con 1166 personas. Tan detallado es el documento que indica el origen de cada una de las familias. , 150 provenían de las Misiones Orientales, 498 pertenecían a los pueblos de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé y San Carlos y 83 a las Misiones del norte (San Javier, San Ignacio, Apóstoles, Corpus, Santa Ana, Loreto, Concepción, Santa María e Itapúa).

Este hecho es revelador de la dispersión de toda la comunidad guaraní-misionera a lo largo de los campos del estado oriental, como también ocurría, al mismo tiempo, en el resto de los campos del Litoral. La voluntad de mantenerse unidos de acuerdo a sus pueblos de origen los sostenía en esa época de graves infortunios.

En ese mismo año de 1843 una orden del Comandante del Durazno procedió al desalojo forzoso de los habitantes de San Borja del Yi, incendiándose los ranchos y la pequeña capilla. Por orden de Oribe la mayor parte de los objetos de culto en posesión de estas familias fueron robados a la comunidad y trasladados a templos más vistosos, como los de San José, Durazno y la misma Montevideo.

Pero la tozudez por estar juntos en comunidad, volverá a juntar unos años después a las familias dispersas quienes repoblaron la destruida aldea por un tiempo más, lo que constituyó sólo un último respiro del peregrinar histórico del pueblo misionero por las tierras orientales.

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