Honorio Necio perdió su sombra

domingo 18 de octubre de 2020 | 6:00hs.
Honorio Necio perdió su sombra
Honorio Necio perdió su sombra

Basta, de discusión. Estoy cansado que reflejes mal mi imagen. En los atardeceres cuando más deseo impresionar a alguna doncella, te presentas pálida y alargada – dijo Honorio Necio a su sombra.

Ella tranquila, como quien siempre ha existido desde aquel glorioso momento en que Dios creó el día, le responde a Necio

Mirá que dicho está: “hasta el pelo más fino hace su sombra en el suelo”, y es la sombra la natural compañera de las plantas, los animales, la gente, las cosas. Acaso, no es digno admirar como en un abrazo fraternal la naturaleza con su luz, forma extrañas y hermosas figuras al chocar contra la dura materia. ¿Que sabes Necio, de mi vida fragmentada en mil pedazos cuando caminas y me pasas entre enmarañado follaje?. O, cuando me chocas y quiebras contra la pared dura y fría, cuando no me metes al agua siendo que tu seco y tranquilo gozas del paisaje desde la orilla.

No me vengas con discursos, a partir de hoy cada uno sigue su camino.

Como quieras, Honorio Necio. Solo te recomiendo que tengas presente el lugar donde nos separamos, es el quinto cuadrante.

Desde luego, que sé donde nos separamos y el quinto cuadrante es donde hacen una cruz de fuego al cruzarse la realidad con los sueños. Pero no creo necesitarte.

Piensa Necio, que la estrella más lejana provoca sombra en la tierra y cuando su luz llegue dentro de miles de años, estaremos separados y no se sabrá quién eres tú.

- Yo soy Honorio Necio y nadie, ni nada adulterará mi identidad.

Diciendo esto, Necio comenzó a caminar al poniente y su sombra se alejaba en forma simétrica. De pronto cuando caminaba, el ardiente sol de la tarde le dio de lleno y Necio se sintió algo raro y diferente, como si una soledad extraña lo abrazara llenándole de angustia. Aún así, siguió transitando. Contento de ser libre y ya no tener sombra.

Cada vez más lejana la sombra de Necio, meditaba: y pensar que yo le soporté con todo su peso al mediodía y sabía quedarme quieta cuando dormía.

En la radio oyó Necio, que en la comuna entregaban a la gente un carnet, para ser felices. Si bien él, no era un hombre triste, quería probar nuevas dosis de felicidad y no estaría nada mal ser socio de aquel Club, de humanos alegres y banales.

Se levantó temprano, se vistió como para ir de fiesta, tomó su documento de identidad y puso paso firmo a la Municipalidad.

¡Buen día señor!

Buen díaaa... – respondió aburrido el empleado - ¿Qué quiere?...

Vengo por la promoción, para afiliarme al Club de la felicidad..

Está bien... – buscando en un cajón del escritorio sacó un ajado papel y mostrándole a Honorio, le dice: - son los requisitos para acceder al carnet... Ah... el formulario por triplicado: amarillo, azul y blanco, cuestan 20 pesos.

Pero Necio quedó pálido y preocupado los requisitos eran:

Fotocopia autenticada del D.N.I.

Fotocopia autenticada de la Partida de Nacimiento

Fotocopia autenticada del título (si lo tuviera)

2 fotos cuatro por cuatro tipo carnet

$ 20 de arancel

y poseer sombra...

Necio bajó la mirada al piso del lado contrario a la luz del fluorescente y se acordó: que había abandonado a su sombra.

Pero esto no era óbice, para que consiguiera su carnet, era del mismo partido político del Intendente y ese detalle tan pequeño se solucionaría.

- Quiero ver al Intendente, dijo con resolución Honorio.

- No hay problemas, dijo el empleado. Llene este formulario Amarillo, azul y blanco (triplicado), pague el arancel de $ 5 y puede pasar a ver al intendente.

Con paciencia Honorio realizó el trámite, obló el arancel resignado, total convencería al intendente a que le diera su carnet de felicidad sin poseer sombra.

Ingresó al despacho, allí estaba el intendente arrellanado en su sillón, con un termo y mate:

- Qué sorpresa, Honorio, pasá, sentate... ¿Qué andás haciendo?

- Mire don Justiniano –hizo una pausa, tragó saliva, se secó la traspiración y continuó – necesito un favor suyo – realizó otra pausa larga que don Justiniano llenó:

- Hablá con confianza Honorio, que para eso somos correligionarios.

- Es que no cumplo uno de los requisitos para obtener el carnet de la felicidad...

- Pero ese no es problema, no tenés para la foto te la sacamos. Necesitás fotocopias te la hacemos. Para eso somos correligionarios, Honorio, correligionarios.

La amplia sonrisa de don Justiniano y las reiteradas veces que dijo somos correligionarios le dieron fuerza y Honorio se animó a decir su verdad.

- Es que... sabe don Justiniano, lo que yo no tengo es sombra.

Esta revelación borró de un zarpazo la sonrisa de la cara del político y pintó un silencio denso que fue quebrado, por la quebrada voz de don Justiniano.

- Mirá Honorio, pedime cualquier cosa. Hasta plata si necesitas, pero no me pidas que te dé un carnet de felicidad, sin cumplir el requisito de tener sombra, carajo. Como se te ocurre, querés que la oposición me tumbe, Necio, eso querés.

- No don Justiniano. – comentó triste y demacrado Honorio. Pero es que, si usted me acompaña hasta el quinto cuadrante, podrá ver que tengo sombra, pero que la perdí.

- Mirá, repitió la muletilla el caudillo, andá buscá tu sombra, y vení con ella. Acá te doy el carnet gratis.

Honorio salió sin contestar caminó por las calles viendo que cada cosa, animal o gente tenía su sombra. Se agachó y vio como las hormigas, reflejaban en un sendero sinuoso de hojas verdes y tiernas una sombra agigantada por el ángulo de luz y añoró la suya. Vio como los pajaritos jugaban en la fuente y sus sombras con ellos iban y venían dibujando figuras alegres y extrañas sobre los objetos y el patio de cemento.

Pero no quería volver vencido y triste al quinto cuadrante.

A la misma distancia, pero en forma simétrica al punto donde se dejaron, la sombra de Honorio Necio tenía la misma postura que su amo, solo que eran ausente el banco y el bullicio de la ciudad en torno. Ambos con la frente apoyada sobre la mano, que se recostaba en la rodilla, unidos por la luz y separado por la tozudez, cada uno con nostalgia del otro y sin la capacidad de arrepentirse y volver a estar juntos.

La mañana trajo a la comarca un brillo de primavera y Honorio Necio, caminaba primero, trotaba y corría luego agitado hacia el quinto cuadrante, allí donde hacen una cruz de fuego, al cruzarse la realidad con los sueños, ansioso, cansado, jadeante mira hacia el punto contrario de donde viene la luz y la ve, aunque lejos que se acercaba tan veloz como él su sombra.

Reía a carcajadas y daba saltos de alegría. Volvió conversando amenamente con su sombra, por supuesto que todos los que lo vieron pasar comentaron azorados “Honorio de volvió loco habla solo”.

Entró raudo a la comuna y dijo:

- ¡Acá está mi sombra! Quiero mi carnet.

Fue cuando desde el fondo del pasillo, oye la voz de don Justiniano que le dice

- Che, Honorio, ya no te preocupes por tu sombra, anoche el Concejo Deliberante derogó el requisito de poseerla.

Fue cuando Honorio Necio, salió riendo a carcajadas. De plano dijeron está loco, primero habla solo y ahora se ríe desaforadamente, es que Necio comprendió que para ser feliz, no es necesario tener carnet y que las cosas más cercanas, como su sombra, aunque no se aprecie, son los que lo hacen realmente feliz. La tarde iba muriendo ensangrentada de rojos y lilas y Honorio Necio y su sombra alargada y pálida caminaban al conjuro de un amor renacido.

El relato es parte del libro Honorio Necio Perdió su sombra (2018) El autor es docente y periodista. Reside en San Vicente. Publicó ocho libros, integró 20 antologías.

Diego Luján Sartori

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