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Cuento de Manuel

domingo 27 de septiembre de 2020 | 2:30hs.
Cuento de Manuel

Santiago Morales

Cortázar visita Posadas en 1940, le aburre, se va a Candé.

La pequeña comitiva enfila hacia el Sur resolviendo como puede los problemas que va presentando el camino.

Acá se debería hacer una autopista, le dice a Lugones, a quien se le iluminan los ojos pensando en carteles con su nombre. Leopoldo los trae a todos, los trae los lleva y aprovecha el centrifuguismo para respirar, y, descansando de Buenos Aires pero sin tener que volver a las sierras, empuja la civilización de la selva.

La imagino, dice Florencio, la puedo imaginar perfectamente atravesando el follaje repleta de bólidos descapotables.

La realidad manifiesta otra cosa, pero vos sabrás querido, la ficción está, en estos días,  más en tus ojos grandes que en mi lustrado monóculo.

En estos días significa solo por ahora, pensó. Las palabras perdidas son las mejores, colgadas en medio de una frase de otra gama, y descubren un lapsus de soberbia.

No tan de pronto los excursionistas arriban a destino. Julio Florencio propone distenderse distanciado. Bajo el árbol de Belgrano compone Libro de Manuel. Le atrae la letra B. Bolívar Banfield Borges Bruselas Belgrano Borí Borí bandera bandeirantes; palabras y combinaciones de ellas que va anotando tranquilamente bajo la sombra aliviadora del Sarandí.

Escuchá este nuevo párrafo.

Muy lindo pero, Julio haceme caso, se puede llamar Manuel pero tiene que ser otro

¿Por?

No puede ser el prócer

Pero si solo tengo en mi cabeza en este momento sus palabras, su voz, para eso vine hasta acá.

Es muy polémica tu mirada, inadecuada para la época, inentendible.

En la literatura no puedo ser tibio, no puede haber miedo, sigo en constante búsqueda de una revolución del lenguaje, explorando las letras como los primeros que avistaron este paisaje. Mirá ¿no te gusta mucho más? pensar que casi nos quedamos en Posadas y la belleza estaba por acá.

No me gusta realmente, si querías ir al sur hubiéramos ido al sur en serio. En la Patagonia tu libro cobraría verdadera dimensión.

El contexto, el contexto, lugares, pareces Lugones. Lugares Lugones ¡lugares! Se remeda a sí mismo: así le repite al poeta cuando se excita con los planes de sus expediciones. Te digo la verdad Ludmilla, en las calles de París todo el tiempo estuve pensado en Banfield. Sí, aunque pongas esa cara y no me creas.

Pienso en la manera de comer y de vestirse del héroe.

La realidad es que Belgrano existió, no es como los mitos, es Bel-gra-no tiene tres sílabas innegables; si soñó la bandera enarbolada, o probó, de un chupón, las raíces enmarañadas o mandó una comitiva a diseñar el abrigo de la patria no lo sabemos ni dudamos. Por qué no dudar, si ahora que te revelo que París fue siempre Banfield en mi cabeza en cada adoquín Banfield y los encuentros casuales en puentes de una pareja de veinte años son una parábola con ruido semejante al estruendo en tu boca actual al escuchar lo desilusionante. Por eso no te generés héroes. Libro de Manuel o de José, da lo mesmo. Siempre estuve al sur de todo. Con esto que tengo, mi poder, para descubrir el mundo, este es mi armamento, estos círculos que se desorbitan al sur de mis párpados. Dejame instrumentarlos.

Sonás petulante, dijo ella mirando flores.

Decís sonás petulante mirando flores pero pensando en Banfield antes que París. ¿O no hay lugares?

Ni lugares ni héroes Julio. Bah, mejor no te digo Julio, ni nombres ya

Bueno, entendeme, sino me aburro y nada tiene sentido. Blanco y blu blanco y blu.

Dijiste eso mirando el cielo a propósito, no vas a conseguir nada.

Bueno, entendeme, busco igual. Bajo visiones opero, existo, después escribo. Borroneo primero. Por ósmosis.

Vamos che. Se hace tarde y Lugones hace señas

Levantando las ropas depositadas en el pasto, sintió, mientras las sacudía, un leve peso infiltrado. Mirá, alguien me dejó un papel en el bolsillo del saco, yo no lo puse, jamás lo había visto, dice Masacre en Overá. Y es un problema latinoamericano porque Overá está en Latinoamérica y el conflicto que sucede tiene los mismos elementos desparejos que los conflictos en todo el continente con otro olor otro color otro sabor pero la misma sopa.

Escondé eso, bestia, dijo Leopoldo en el automóvil. Tres gatos locos. Solo eso, nada más.

Si lo hizo el que te dije y después lo hizo Macedonio ¿Por qué yo no voy a poder agitar una revolución? Guaraníes criollos y españoles tenemos que tener los mismos derechos.

Vamos a las ruinas de las reducciones, ahí se alojó el que te dije con el tropel. ¿Podemos acampar y cruzar a Paraguay durante la noche en bote?

Todos lo miraron de reojo

Volverá, Julito, no se preocupe, en otra oportunidad volverá.

Archidicen que él la soñó pero el que te dije no había soñado con banderas ni cielos claros, le gustó, le pareció bien, espléndida, la idea del continente unido.

El supuesto fracaso del que te dije en Misiones es relativo: dejó organizadas las milicias y se llevó con él al único que escribía y leía tan bien que conmovía al  general para que triunfe en otro lado y así Artigas lo llame para que vuelva ya con el cargo de comandante.

Pegó la frente contra el vidrio y mirándose a él mismo mirando los árboles pensó:

Si el mito fuera cierto la bandera tendría un verde y sus palabras no fueron las del engaño ni alucinamiento, la pura verdad.

Texto inédito. Morales es autor de los libros La devedeteca de Babel y Papeles de recienvencido.

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