Arroyo Acaraguá, la vida después de la tragedia

Domingo 22 de junio de 2014
Riesgo y molestias. | Con el puente en obra, vecinos hacen tramos a pie y deben caminar por la ruta sin banquinas. | Foto: Luciano Ferreyra
Hoy se cumplen 70 días del colapso del puente del arroyo Acaraguá, límite entre los municipios de Campo Ramón y Alba Posse, sobre la ruta provincial 103. El hecho se cobró la vida de Ema Veiga (72), su bisnieta Antonella De Lisboa, de cinco meses, y Agustín Marchiotti (15).
Desde el 13 de abril la monotonía del paraje dio lugar a un incesante trajinar de camiones, maquinaria pesada, técnicos y obreros que trabajan en la construcción de un nuevo viaducto sobre el caudaloso arroyo.
Acostumbrados a las labores de la chacra, a cultivar el suelo y lidiar con animales, los habitantes del lugar observan a diario los vaivenes de una obra que a fines de mayo debió replantearse porque la nueva estructura generaba un embalse que afectaba zonas aledañas, anegando chacras y caminos alternativos.
Ocurrió que las intensas precipitaciones elevaron el cauce y la corriente del agua arrastró parte de las piedras y los enormes tubos metálicos que se usaron para la construcción del puente provisorio, material que quedó inutilizado.
“Bajo la piedra se colocó una base de hormigón y eso represó el agua. Aparte llovió mucho y la estructura no soportó la corriente. Por eso los ingenieros revieron el proyecto y se decidió colocar varias bases de hormigón que permitan el escurrimiento del agua. Estimamos que en un mes estaría lista la obra”, detalló un técnico a El Territorio.
Si bien no existen demasiadas precisiones sobre la construcción del puente definitivo, la fuente consultada adelantó que mantendría la traza actual.
Los vecinos más memoriosos indicaron que la construcción del viaducto siniestrado data de 1958, pero en 1970 fue restaurado y reinaugurado por el Gobierno de turno.
En tanto, insistieron con la falta de previsión por parte del Estado, que desoyó el reclamo de los meses previos, cuando los propios lugareños alertaron sobre el evidente grado de deterioro que presentaba el paso.
Además, plantearon que el desgaste se aceleró en la última década debido a la cercanía de la planta asfáltica de la empresa Iecsa, que construyó la ruta costera 2.
“Durante décadas el puente no tuvo mantenimiento, y para colmo todos los días pasaba maquinaria pesada que estaba haciendo la ruta 2, aparte de las explosiones en la cantera de la empresa, que está a 500 metros de donde estaba el puente, y eso pudo afectar las bases”, mencionó Ramón Cabral, vecino del lugar.

Después del puente
Más allá de las muertes y las consecuencias para los demás pasajeros, algunos de los cuales arrastrarán secuelas de por vida, la caída del puente ocasiona un sinnúmero de contratiempos para los habitantes de la zona.
Quienes tienen vehículos deben realizar un largo rodeo para llegar a Oberá, por ejemplo, donde muchos trabajan, hacen sus compras o van al médico.
Para colmo, la alternativa de la ruta costera 2 es cada vez más acotada, ya que permanece cerrada para el tránsito pesado desde San Javier hasta Alba Posse.
Ahora, los transportes de carga y de pasajeros que pretendan arribar hacia los municipios costeros no tienen más opción que transitar por la ruta Nacional 14, hasta Aristóbulo del Valle, y luego tomar las rutas provinciales 9 y 8. Lo mismo desde San Javier, tomando por la ruta provincial 4 hasta Leandro N. Alem, y desde allí la nacional 14 hasta Oberá.
Del lado de Campo Ramón, el único colectivo que lleva hasta las inmediaciones del exviaducto se detiene a unos 500 metros. Desde ahí las personas deben caminar otros 500 metros hasta la pasarela peatonal custodiada por personal del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Policía de Misiones.
Para quienes residen del otro lado, en Colonia Acaraguá, la cuestión es todavía más complicada, porque desde el derrumbe del puente el transporte de pasajeros funciona con intermitencia. Asimismo, alertaron sobre el riesgo que implica caminar por el costado de la ruta 103, que carece de banquina.
“Una vez cada quince días voy a comprar a Oberá y me conviene ir en colectivo, porque con mi auto tengo que dar la vuelta por Panambí y son casi 100 kilómetros y gasto más en combustible. Así que cruzo por la pasarela y camino un buen trecho. Se complica los días de lluvia y después el barro”, comentó Luis Kurtz, de 9 de Julio.
Por otra parte, el Concejo General de Educación (CGE) dispuso una combi para el transporte de los docentes de la Escuela 442 de Colonia Acaraguá, vía Panambí, en tanto que los profesores del Centro de Educación Polimodal (CEP) 54 y otras instituciones de Alba Posse y 25 de Mayo disponen de vales de combustible para afrontar el costo que demanda el nuevo recorrido que deben hacer para llegar hasta sus lugares de trabajo. En principio, la asistencia se mantendrá hasta el 31 de julio, según resolución del CGE.

Perdura el dolor
Uno de los pocos vecinos que esa tarde fatal se lanzó a las torrentosas aguas del Acaraguá para socorrer a las víctimas fue César Velázquez. “Volvíamos de la iglesia con mi señora y vimos una fila larguísima de autos. Yo le dije 'seguro que pasó algo en el puente', porque hacía meses que veíamos que eso se venía abajo y nadie hacía nada”, reflexionó.
Mientras reparaba un arado, se tomó unos minutos para recordar el desastre y lamentó “la sordera” de quienes tienen poder de decisión.  “Sólo una semana, entre Navidad y Año Nuevo, se cortó el tránsito de camiones y colectivos, que hacían trasbordo de cada lado del puente. Pero después se relajó el control y pasaba cualquiera”,  aseguró.
Velázquez aportó un dato escalofriante: “Hacía días que la Policía no estaba en las cabeceras, como debía ser, para controlar que los coches pasen de a uno. Un minuto antes del colectivo pasó una camioneta que quiso volver marcha atrás porque el puente se movió. Un muchacho vio eso y corrió para avisar a los policías que corten el puente, pero en eso entró el colectivo y se vino abajo. Por eso, si los policías hubieran hecho su trabajo, se habrían evitado las muertes”.
Asimismo, confirmó que días antes un técnico de Vialidad aseguró que se podía pasar sin inconvenientes por el viaducto. “Yo con mis propios ojos vi el desgaste que tenían los tensores del puente y cuando parcharon con cemento una rajadura”, subrayó.

Presagiaron la tragedia
También los Bomberos Voluntarios de Santa Rita presagiaron la catástrofe, ya que a fines de diciembre publicaron una serie de fotografías donde quedó plasmada una serie de graves fallas estructurales del puente.
Un pronunciado desnivel entre las cabecera y un parche de brea, de la altura de un vaso de tereré, son imágenes que erizan la piel.
Las fotos fueron publicadas en el Facebook del grupo cuatro meses antes del colapso, pero ninguna autoridad tomó cartas en el asunto.
Arnaldo Barrios, su esposa Mónica Hahn y su hijo Emanuel tomaban mate en el corredor de la casa, alrededor de las 16.30 del domingo 13 de abril, cuando el colectivo Singer colapsó con 21 personas a bordo.
“Lo más triste y que no me puedo sacar de la cabeza es que las autoridades sabían que el puente se estaba por caer, si las cabeceras estaban parchadas con brea nomás”, graficó Barrios, al tiempo que su hijo Emanuel exhibió una nota fechada el 17 de enero con casi 600 firmas alertando sobre las fallas del viaducto.
“Pedimos la colaboración de todos para evitar una tragedia”, se titula el escrito que conserva foliado. En un párrafo alertaron que debido a sus “fisuras puede derrumbarse en cualquier momento”.


Los números
21
personas iban a bordo del colectivo que cayó al  desplomarse la estructura. 
3
muertos causó el desprendimiento del puente, en la tarde trágica del 13 de abril.
70
días pasaron del desplome del puente y persisten los reclamos de justicia.

Por Daniel Villamea
Interior@elterritorio.com.ar


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