“La cárcel es una máquina que reproduce el crimen en el país”

Domingo 14 de octubre de 2012
Daroqui. | Critica las torturas carcelarias.
Las particularidades de las modalidades del encierro en el país fueron desglosadas en esta ciudad por la socióloga Alcira Daroqui.
Según la perspectiva de la investigadora universitaria, “si se considera a la seguridad entendida en términos democráticos, estamos exigiendo que ese derecho se extienda a todos. Porque yo creo que no hay sujeto más inseguro que un individuo que está preso. La incertidumbre es la violencia más dura. Y que alguien salga vivo de la cárcel es realmente toda una prueba de resistencia, ya que es una máquina de reproducir el crimen y los niveles de violencia de la sociedad”.
Aseveró que en relación con la posibilidad de trabajar dentro de los barrotes, es algo “de ficción porque hay muy pocos talleres. Sigue vigente el mito que proviene del Siglo XIX: todo el mundo iba a estar trabajando en las cárceles y después iba a volver al mercado, recuperado y más dócil. Pero eso no sucede en la realidad. Seamos francos: a los excluidos que están en la cárcel ¿quién quiere reintegrarlos y adónde?”.
Dijo que “hay ficción sobre la socialización, reintegración social, rehabilitación, tratamiento y la educación del preso. La educación es empleada de una manera discursiva, vacía, hueca, como un derecho, pero en el fondo es un mecanismo de regulación de la convivencia carcelaria. Se deja que un preso vaya a clase si se porta bien; si se porta mal, no se lo deja ir. O por arbitrariedad se exige que se apruebe un determinado número de materias. Como el trabajo y la educación son los dos pilares del tratamiento penitenciario, todos están obligados a hacer algo, aunque sea ficcional, aunque prácticamente no se haga demasiado. Tendría que haber evaluaciones, controles, pero no hay ningún análisis serio”.
Al ser consultado sobre cómo caracterizaría a las cárceles argentinas, afirmó que “los niveles de tortura siguen siendo alarmantes, con permanentes violaciones de los derechos de los privados de su libertad. Se destaca un alto nivel de despliegue de violencia institucional en las unidades federales, sobre todo en prácticas como la bienvenida a cada preso que entra a la cárcel”. Agregó que se “expresa también un sistema de régimen de vida, ya no de sanción, de aislamiento de 18, 22, 24 horas. Mientras que en general en los sistemas provinciales las formas variadas de violencia no son tan extendidas. En la provincia de Buenos Aires está muy presente la cuestión de los traslados gravosos, de la famosa calesita por las cárceles. En el sistema federal, este sistema de tortura y violación de derechos es menor aunque está presente, porque el 70 por ciento de los encerrados en Chaco, Rawson y Neuquén son del conurbano. Hay una lógica de confinamiento muy fuerte. El sistema federal es más violento en términos institucionales. Las requisas de pabellón se hacen entre 30 y 40 penitenciarios a golpes, patadas y balazos de goma. En los provinciales suele haber una delegación de la violencia en los propios presos”.
Condiciones adversas
Cuando se le consultó sobre las modalidades de degradación que se mantienen en las cárceles, Daroqui sentenció que “ellas se pueden centrar en las condiciones materiales, las condiciones de vida. Ello implica una forma de gobierno que reproduce de forma permanente esa situación negativa. Hay celdas inundadas, con materia fecal, orinando en una botella, y así viven días y días, con sus colchones mojados, con bichos; de la alimentación ni hablar. La animalización de los detenidos se da con obscenidad en las cárceles. Si nos ponemos a analizar cuánto le sale al Estado cada preso, nos damos cuenta que la degradación no sólo tiene una finalidad política, sino que hay una propensión a partir de una corrupción de los recursos. Hay apropiación y eso marca una cuestión más compleja que la asimetría de poder y la voluntad política de producir sujetos vulnerados y degradados, que ya vienen de afuera y que la cárcel concluye el proceso”. Según su perspectiva, “a la expansión de la tortura no hay que resumirla en la agresión física, porque es otro peligro. En la provincia de Buenos Aires, que los presos son extremadamente pobres, detectamos el robo de pertenencias como un método de tortura. Les roban las cosas. Hemos encontrado gente sin un riñón, sin la dentadura, y así y todo, para mí, que le roben lo poquito que pueden tener, es un acto de salvajismo pleno”.


El perfil
Alcira Daroqui
Integrante del Instituto Gino Germani (UBA).
Licenciada en Sociología.
Doctora en el marco del Proyecto “La cárcel, el sentido del castigo legal en la Argentina del ‘90 a partir de la implementación del modelo neoliberal”.
Investigadora del Observatorio Nacional de Prisiones de la Procuración Penitenciaria Nacional.
Autora del texto “20 años de sociología en las cárceles”; compiladora del libro “Muertes Silenciadas: la eliminación de los delincuentes”; entre otros.