Cuestión de yerba

Lunes 22 de mayo de 2017
En el marco del 80º aniversario de la muerte del escritor Horacio Quiroga (febrero de 1937) Letras lo homenajea presentando trabajos poco conocidos y viejas fotografías suyas que no volvieron a verse en los últimos 100 años.
La Biblioteca Nacional del Uruguay guarda numerosas cartas escritas por Horacio Quiroga a distintos destinatarios; gran parte de esa colección fue obtenida por el Instituto nacional de investigaciones y archivos literarios y entre ellas Letras ubica una de 1913 enviada a Luis Pardo, en ese entonces editor de la revista Fray Mocho de la que Quiroga era asiduo colaborador (período 1912-1916).
Los escritos provenían de San Ignacio y pueden ubicarse en el momento más feliz de la vida del escritor; allí vivía con su primera esposa y con sus dos hijos.
La carta en cuestión está fechada en el 2 de octubre de ese año y entre sus párrafos se lee, además, un reclamo singular.

Cuentas claras
El administrador de Fray Mocho le había enviado un resumen de la cuenta (artículos publicados/pagos/adelantos) y un saldo de 100 pesos, cuando él esperaba al menos 200, ya que "creía estar a mano antes de enviar una nota sobre víboras".
Dice textualmente el párrafo de la queja: “…Más he aquí que mi mujer, persona interesada si las hay, y que había comenzado esta aventura por abominar de Puig (el administrador de Fray Mocho) se puso a olfatear la planilla por aquí y por allá, leyendo y releyendo, hasta que se salió con la suya, faltaba la nota El oro vegetal, cuestión de yerba. Y como por esta se abonó 100 pesos allí estaba la diferencia que consiste en 200 a mi favor en vez de cien. ¡Benditas sean las mujeres propias! Yo ni me atrevía siquiera a escudriñar la planilla convencido de la infalibilidad de Puig viendo así que este maligno sujeto se equivoca en contra del más lejano e infeliz colaborador. Este es el asunto famoso de la cuenta de Puig. Por cierto que hoy mismo le escribo diciéndole que lejos de prestar conformidad a su cuenta, pido que se mande lo que es mío”.

Reedición inminente
Con esta premisa, Letras ubicó la citada nota, El oro vegetal, efectivamente publicada en Fray Mocho el 6 de setiembre de 1912. Desde el Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela” y por gentileza del bibliotecario Sebastián Freigeiro, remitieron el material solicitado que Letras comparte en su versión primaria, con 23 fotografías tomadas por Quiroga. Muchos años después el mismo artículo fue recogido, junto a otros escritos, dando lugar al volumen Vida en Misiones, editado por Arca en Montevideo en 1969, y que en muy poco tiempo se lanzará en Misiones, reeditado la Junta de Estudios Históricos de Misiones.

El oro vegetal
Cuenta Quiroga que hacia 1880 era tan abundosa la planta en la zona que no dudaban los hombres en tumbar una planta para obtener de ella apenas una cebadura y que treinta años después (lo que él veía en 1912) costaba encontrar yerbales en pie, al menos de buenos troncos.
La obra de repoblación de la planta implicaba conocer el misterioso sistema de germinación de la semilla envuelta en una cáscara sumamente dura, (misterio que conocieron los jesuitas, según Aimé Bonpland) y que sólo se aflojaban al contacto del ácido clorhídrico del proceso digestivo de algunas aves (el tucán, según Carlos Thays) y que se replicó probando con gallinas, con cierto éxito. Luego comenzó a “aplicarse la potasa, soda o cualquier agente corrosivo capaz de apresurar la destrucción natural de la dichosa envoltura coriacea”.
Explica además Quiroga detalles de la fruta de la yerba y de sus rendimientos. Indica cómo trabajar el almácigo y cómo protegerlo de las dos plagas mayores (o tres): los grillos y la langosta (y la hormiga minera, según refiere en otro artículo). Nada habrá de esperarse de la planta al menos antes de los siete años de plantado, entonces “la plantación rendirá unos 4000 kilos por hectárea, que al precio de 50 centavos por kilo, representaban unos dos mil pesos". Informa también sobre el arduo (y costoso) trabajo de la secanza: “para secar 30 mil kilos de yerba, dice Quiroga, se necesitan no menos de dos mil carradas de leña”.
Y termina: “En resumen, pocos entusiasmos agrícolas mas grandes que el cultivo de la yerba. La perfecta adaptabilidad del suelo, la robustez de la planta, su invulnerabilidad a los insectos, su gran rendimiento, y la difusión por fin de su producto, son factores de sobra para el entusiasmo precitado ¿Será el oro vegetal? En San Ignacio se cree que sí”.

Por Javier Arguindegui
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