Enrique Symns: “No hay un sólo rockero que no sea una rata”

Lunes 24 de noviembre de 2008
Polémico. | Comenzó a trabajar en los medios gráficos “por cuestiones de la vida”. | Foto: Javier Mandirola
Con sus 62 años a cuestas y una historia tan polémica como anecdótica, Enrique Symns sigue fiel a un estilo que lo convirtió en leyenda contemporánea de la contracultura argentina. Este mito viviente del under porteño, que también es conocido como “El Señor de los Venenos” (título de una de sus novelas testimoniales), llegará a Posadas este jueves para participar del Encuentro de Revistas Independientes y Comunicación Alternativa (ERICA) impulsado por la revista local Identidad Urbana. Pero antes de su primera visita a la capital de la tierra colorada, “El héroe del Whisky” dialogó con El Territorio en Resistencia, Chaco, donde estuvo la semana pasada participando de la Cuarta Maratón Cultural que organizó la editorial independiente Cospel.
Symns supo retratar como ningún otro las realidades del mundo del rock.  Fundó la mítica revista Cerdos y Peces en la que el Indio Solari, quien era su amigo, solía escribir bajo seudónimo. La revista surgió en el año 83 y sobrevivió con intermitencias hasta los 90. Ya en el 98 su creador la cerró definitivamente y se fue a vivir a Chile. “Cerdos y Peces era una revista legendaria, indudablemente fue una de las revistas más extraordinarias que se hizo en este país porque rompió los códigos del periodismo y la moral”, contó su fundador. “Fue una atrocidad de experimento, yo no pensé nunca que iba a tener el efecto que tuvo pero la realidad es ésta: valen 100 pesos las primeras y yo no tengo ni para comprarme la galera ni el sobretodo”, aseguró Symns y descargó una carcajada.
“La revista se terminó porque nos enloquecimos, además porque nos peleamos con el Indio Solari”, recordó y agregó “es que la mitad de nuestros lectores eran seguidores de Los Redondos”. Para más detalles de la desaparición de Cerdos y Peces, rememoró con nostalgia que el Gobierno de Menem lo devastó económicamente: “el Gobierno de Menem me quebró”.

La decadencia de los rockeros
Pasaron los años, pero Symns conserva su impronta transgresora que molesta e irrita a más de uno. Admirador de Nietzche, Rimbaud, Artaud, Henry Miller (entre otros autores), el Bukowski argentino no se calla ninguna palabra y desparrama ácido cada vez que lanza alguna de sus críticas bífidas. Symns era un actor callejero, monologaba en las calles, en los bares y luego pasaba la gorra. En esas circunstancias lo encuentra el Indio Solari y se hizo su amigo. “Ahí me metí en el rock and roll, en el mundo frívolo del rock and roll. La pasé apasionadamente, fue una experiencia extraordinaria”, rememoró. En sus tiempos de rock vivió una época con Los Redondos, cuando se peleó con el Indio siguió un año con Los Piojos, luego con Los Caballeros de la Quema y como dos años con La Bersuit Vergarabat. 
“Con la Bersuit fue cuando ya sentí que mi vida estaba extraviada, porque entendí que los rockers son frívolos, que se disfrazan de poéticos”, sostuvo.  Desilusionado con los músicos del rock que hoy suenan en las radios, los recuerda con un dejo de dolor, y disparó con munición gruesa al referirse a ellos: “Viví con artistas y conocí solo ratas, como los roqueros, todos ratas, no hay un solo roquero que no sea rata. Ni el Indio, ni los Piojos. Viví con ellos y los conozco, son miserables: hedonistas, atesorativos, depredadores”.
“El Indio Solari canta en la banda de la calle pero vive en un loft con pileta de natación mientras la gente se muere de hambre, no le devuelve el dinero a la gente, se lo guarda en cajas fuertes”, criticó. Sin embargo, defendió a la primera generación del rock nacional. “Nada superó a Manal, Espinetta y a Charly”.
De lo que vino después rescató a “Soda, Virus y Los Redondos (considera que La Mosca y la Sopa fue lo último bueno que hizo la banda del Indio), fueron la última generación, después vino la decadencia”. Afirmó que en el mundo hay sólo siete artistas por siglo, y que “el resto hace oficio, hacen poemas, pero hay millones de pelotudos que escriben poemas. Pero hay sólo cuatro poemas en el planeta y siete sinfonías”. “Se disfrazan de artistas un montón de tarados, que dicen ser artistas. Yo conocí a cuatro o cinco artistas. Artadud y Rimbaud eran verdaderos artistas. Estamos hablando de artistas, no de tipos que hacen arte”, expresó.
Y aseguró que “un artista tiene que vivir para el sufrimiento de la gente”, pero que no conoce a ninguno que lo haga y que “todos viven para ellos mismos, con el hedonismo de haber escrito una música buena”. “Un verdadero artista es un curador del dolor del mundo”, enfatizó.

Un gran autodidacta
En la actualidad Symns escribe en la revista “THC” y en la Rolling Stone. Además es columnista en el diario Crítica de la Argentina y está trabajando en su próximo libro. No se considera un artista, sino un activista que va por la vida recordándole a la gente el mundo en que vivimos.  Este periodista y escritor no asistió a la escuela formal y detesta a las universidades por considerar que en ellas “enseñan un montón de palabras para que siempre digas que sí a todo”. Afirmó que “el periodismo es un oficio que se aprende en las calles, en los bares como era antes”, y aborrece a los periodistas que se ponen del lado del poder y no de lado de la marginalidad y los personajes de la noche y la calle.
Llegó al periodismo por casualidad y por una marca del destino. En tiempos de la última dictadura militar junto a su mujer se  exilió en España y allá le encargaron escribir un libro anónimo sobre “La represión sexual en el  franquismo”. Cuando volvió a la Argentina el dueño de la revista Pan Caliente le propone que sea el jefe de redacción, ya que el cargo quedaba vacante, y fue esa su primera experiencia en el país.


El señor de los venenos
El sufrimiento es el dolor del tiempo. El hombre sufre por lo que le pasó, por lo que le va a pasar. O por lo que no quiere que le pase o por lo que no le va pasar jamás. Nos han convertido a todos en  corredores de una vida sin destino. Estamos obligados a casarnos, a tener hijos, a trabajar, a estudiar. Una vida insensatamente zombi. Son los mecanismos de una falta de éxtasis que se consume todos los días. Nunca es una aventura la vida. Nunca un día está separado de ayer y de mañana. Un día siempre está atrapado en la cárcel del tiempo. Nadie está extraviado. Sabe lo que hizo ayer y lo que va a hacer mañana. El futuro se ha convertido en pasado. El tipo que sabe lo que va a hacer mañana vive enterrado en su memoria. Y es peor en las ciudades. (...) La familia como concepto nace después. Pero aparte del cariño y de la relación que hay entre los integrantes de un grupo familiar, la familia es una institución siniestra. Especialmente en las ciudades, donde ya no está el tío ni el abuelo contando leyendas; sino que las parejas son pequeñas entidades teniendo hijos.