El camino de la verdad histórica de Misiones

Domingo 16 de diciembre de 2012
Ferré. | Gobernador de Corrientes en la época de conflictos con Paraguay.
Las observaciones que un lector hiciera el 4 de diciembre en la sección de Opinión de este diario, sobre alguno de los artículos de esta columna de mi autoría me obliga a aclarar aquellos cuestionamientos, con las limitaciones de extensión propias de un módulo que pretende rescatar en forma didáctica hechos históricos trascendentes de la historia misionera.
El artículo cuestionado es aquel publicado el 18 de noviembre donde se pretendió narrar una historia poco conocida: una guerra no declarada entre Corrientes y el Paraguay entre 1832 y 1833 por el territorio misionero, entonces ocupado por el gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia. Para introducir al tema principal se aclaró que en la Revolución de Mayo ambos gobiernos habían tenido diferentes posturas. Mientras el Paraguay rechazó a la Junta de Gobierno porteña el 24 de julio de 1810, Corrientes había acatado previamente, el 16 de junio de ese año la nueva autoridad de la Junta. El lector que observa mis afirmaciones enérgicamente afirma que “no fueron los correntinos los que se plegaron a la Revolución de Mayo, sino Misiones que se plegó a esa causa cuando su gobernador Tomás de Rocamora estaba circunstancialmente en Yapeyú y volvió a la capital para convocar a un Cabildo que el 8 de julio aprobó por unanimidad la decisión del gobernante misionero”.
Al respecto quiero aclarar lo siguiente: 1) El Cabildo de Corrientes recibió la noticia del estallido revolucionario de Mayo el 16 de junio de 1810. Ese mismo día se reconoció la nueva autoridad de la Junta y se dispuso la elección del diputado que se enviaría a Buenos Aires. El 22 de junio una lista de vecinos designados por el Ayuntamiento eligió al doctor José Simón García de Cossio, abogado correntino recibido en la Universidad de Charcas, quién fue designado como diputado por esa provincia en el nuevo gobierno patrio. Por consiguiente, Corrientes no sólo se adhirió a la Revolución de Mayo, sino que designó un representante de esa provincia en Buenos Aires.
2) El lector califica erróneamente a Tomás de Rocamora como “gobernador” de Misiones, agregando que “circunstancialmente” se hallaba en Yapeyú. El militar nicaragüense, Tomás de Rocamora quien venía precedido de notables actos administrativos en el virreinato, como por ejemplo la fundación de las tres primeras villas entrerrianas, Gualeguaychú, Gualeguay y Concepción del Uruguay, fue designado por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros como “Comandante de Armas” de Misiones, dependiente del gobernador del Paraguay Bernardo de Velasco,  en diciembre de 1809, en reemplazo de Agustín de la Rosa, quien debió renunciar a ese cargo justamente por desavenencias con el gobernador Velasco .
Desde 1805 las Intendencias de Paraguay y Misiones se hallaban unificadas bajo el mando de Velasco, elegido gobernador de ambas en septiembre de ese año por el mismo rey español. Pero Liniers, que había sido gobernador de la Intendencia de Misiones entre 1803 y 1804 decidió nombrar un Comandante de Armas, pues era muy difícil la atención de los pueblos misioneros desde Asunción. Por ello es que Rocamora ostentaba el cargo de Comandante de Armas cuando se produce la Revolución de Mayo. No era gobernador.
Respecto a la “circunstancial” presencia de Rocamora en Yapeyú no era tal. Rocamora había elegido como sede de su gobierno a Yapeyú, desde donde administraba los tres departamentos de Misiones: Yapeyú, Concepción y Candelaria. Santiago dependía de la autoridad directa de Velasco.  
A propósito, como ya se ha dicho en estas páginas cuando se trató el tema de Misiones y la Revolución de Mayo, las autoridades de estos tres departamentos tomaron diferentes posturas ante esta Revolución. El subdelegado de Candelaria, Francisco Martínez Lobato, instruido por Rocamora hizo jurar en solemne ceremonia el 8 de julio de 1810 la fidelidad al nuevo gobierno patrio. Pero el subdelegado Thompson de Concepción tuvo una actitud evasiva, pasándose luego al bando regentista. Y el Teniente Láriz de Yapeyú también se sublevó a la orden de Rocamora, siendo apresado por este y enviado a Buenos Aires junto a otros instigadores. Por lo tanto no existió la “unanimidad” ante la Revolución expresada por el lector.
3) El comentario que se menciona  sobre la falta de apoyo a Andrés Guacurarí  es un tema ya muy estudiado y absolutamente cierto, cuestión que venimos sosteniendo desde hace mucho tiempo en obras de mi autoría como “Misiones. Provincia Guaranítica….” , libro publicado en 1993 por la Editorial Universitaria de Misiones, cuyas dos ediciones se hallan agotadas.
4) En relación a la aparente afirmación personal de la pertenencia de Misiones a Corrientes, el lector no ha entendido la frase acerca de que  “Corrientes consideró una  invasión a un territorio que consideraron les pertenecía”, acerca de las invasiones paraguayas al departamento de Candelaria en 1821. En ningún momento tomo una postura al respecto, sino que el verbo utilizado, “consideraron” me desliga de una opinión, sino que se refiere al  interés tanto de Paraguay como de Corrientes de ocupar un territorio que, ante el despoblamiento acaecido después de las incursiones paraguayas en 1817 y 1821, se disputaron su dominio, a tal punto que llevó a enfrentamientos armados entre ambos estados entre 1832 y 1833. Lo que sí es necesario aclarar es que el gobierno paraguayo incorporó a partir de 1822, después de destruir e incendiar todos los pueblos del departamento de Candelaria  el espacio septentrional de Misiones, desde el Aguapey hacia el norte, para crear una red comercial entre Itapúa y San Borja, como salida de sus productos, tema al que ya me he dedicado en esta columna.
5) Sobre los comentarios posteriores respecto al Tratado de Asunción del Cambay, que contó con la presencia del mismo José Artigas, una vez apresado Andresito, llegado a ese pequeño campamento sobre el río Miriñay para designar al nuevo Comandante Militar de Misiones, que recayó en el santotomeño Pantaleón Sotelo, cabe aclarar que, si bien fue intención de Artigas terminar con los conflictos jurisdiccionales entre Misiones y Corrientes, según la documentación existente el diferendo no terminó por resolverse, de acuerdo a lo que mencionan Machón y Cantero que se han dedicado a este tema. El punto más conflictivo era aquel espacio al sur del río Miriñay que Belgrano laudara a favor de Misiones y Corrientes lo consideraba territorio propio.
6) Un último párrafo para la mención del lector a Félix de Aguirre. Nombrado como comandante del pueblo de San Miguel por Francisco Ramírez durante la “República Entrerriana”, se constituirá en el caudillo de los retazos que quedaban de Misiones. A fines de 1821 estando el norte del Aguapey ocupado por Paraguay y desaparecido Ramírez, Aguirre reconoce las autoridades de Corrientes surgidas a partir de octubre de 1821, pero este gobierno no lo registra a él como autoridad. Por lo que, resentido con aquel gobierno, se autodeclara “Comandante General de Misiones” y pide la tutela del gobernador santafesino Estanislao López en momentos en que se hallaban reunidos los mandatarios de Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires y Corrientes para la firma del Tratado de Cuadrilátero. Si bien López lo autoriza a asistir al congreso, no se le permite a Aguirre participar en condiciones de igualdad que el resto de los gobernadores participantes. Aunque consigue dos cosas, por un lado el reconocimiento de Provincia a Misiones y por otro, se le brinda la posibilidad de elegir a cualquiera de las provincias del Litoral como Protectora. Enfrentado con Corrientes y Entre Ríos, la tutela de Misiones recayó en Santa Fe.
Esa era la realidad de Misiones en 1822. Un comandante militar, correntino de Caá Catí, protegido por el gobernador de Santa Fe y sólo cuatro pueblos, recientemente fundados, en pie: San Miguel y Loreto, que solicitan su incorporación a Corrientes y San Roquito y Asunción del Cambay,  pequeñas aldeas que fueron invadidas y destruidas en una actitud violenta contra el pueblo guaraní-misionero por Pedro Ferré en la desigual batalla de Tuyuné en noviembre de 1827. Unos pocos pobladores reunidos en las ruinas del pueblo de La Cruz no tuvieron otra alternativa que pactar el 19 de abril de 1830 con el gobierno correntino quien a partir de allí formalizó su ocupación del territorio misionero entre el Aguapey y el Miriñay.
Muchos más datos pueden aclarar este conflictivo período de la historia misionera posterior a la revolución de Mayo. Desde hace tres décadas, como historiador, primero en el CONICET y luego como investigador independiente, me he dedicado al estudio científico de esta historia, como lo han hecho también otros historiadores misioneros. Como resultado de estas investigaciones se han publicado varios libros y decenas de monografías presentadas en diferentes encuentros científicos. Invito al lector a leer estas obras que ampliarán exhaustivamente no sólo los temas que le preocupan sino también los artículos de esta sección.

 Por Alfredo Poenitz - Historiador