Una mirada científica: ¿por qué en el verano renace el amor?

Domingo 28 de agosto de 2016 | 01:00hs.
Algunas de las claves: el aumento de las temperaturas y una mayor intensidad de luz

Cuando a los refranes populares los respalda la ciencia refuerzan su valor. El inconsciente colectivo proyecta sus verdades hasta otorgarle cierta legitimidad. Rara vez estas consideraciones son colocadas en tela de juicio, en algún estrado que investigue su validez. Pero cuando los conocimientos académicos atestiguan sobre la autenticidad del saber popular, los eleva al nivel de certeza.

 

Primavera, verano, calor y amor es una asociación inmediata. Ahora esta alianza que desprende conceptos como romanticismo, enamoramiento, sensualidad y sexualidad tiene sustento en la ciencia. La revolución emocional, hormonal y biológica le concede la razón a las elucubraciones populares. Para contrastar su utilidad y existencia, voces autorizadas en las categorías de neurociencias, endocrinología, psicología y sociología estudiaron la relación inherente entre el amor en su costado más primitivo y genuino y las estaciones estivales.

 

Películas de culto, canciones clásicas, poemas sensibles, libros ardientes empatan su representación entre el amor y las épocas de calor con las estadísticas más verídicas: aumenta la venta de preservativos un 15% más de acuerdo a datos de estimación mundial y asume ser la era de gestación más prolífica, responsable del 25% de los nacimientos en los meses septiembre y octubre. Publicaciones científicas revelaron incrementos significativos en los niveles de actividad sexual en los Estados Unidos durante las vacaciones veraniegas. Un artículo publicado en la revista Archives of Sexual Behavior registró una multiplicación en las búsquedas en Google sobre sitios de citas durante los meses más calurosos.

 

Walter Ghedin, experto en psiquiatría y sexología, explicó qué sensaciones experimenta el cuerpo humano en las épocas de calor: "Las emociones placenteras y el deseo sexual se enciende en estas estaciones. Motivación, hedonismo, entusiasmo, intensidad y una reducción del estrés son algunas de sus condiciones favorables. Ya se ha probado que el sol activa la secreción de neurotransmisores como la serotonina y dopamina que resultan proclives para el encuentro amoroso. Otras investigaciones recientes comprobaron que los niveles de testosterona aumentan durante el verano".

 

La serotonina es la protagonista: reduce la ansiedad, inaugura el campo de percepción, recupera el estado anímico y regula el estado de alerta ante situaciones límites. El resultado de esta combinación de factores mejora la capacidad para intuir y asimilar las señales de conquista. El especialista amplió la dimensión de su funcionalidad: "Las emociones agradables también impactan en la autoimagen generando más aceptación del propio cuerpo con la consiguiente disminución del pudor y los prejuicios". En simultáneo, otra sustancia que irrumpe en la escena romántica del verano es la oxitocina, conocida como la "hormona del amor". "Favorece la conducta del apego: su secreción alcanza niveles más altos cuando hay estímulos sociales", consideró el experto, quien vinculó las condiciones climáticas agradables con la escapada del aislamiento y una mejor predisposición para la sociabilización.

 

De este concepto último se vale la psicología para argumentar que no sólo los factores hormonales estimulan las pasiones estivales. El clima mejora, el tiempo de ocio al exterior aumenta, las interacciones sociales se multiplican, la oxigenación al aire libre se vuelve propensa, el amor se entusiasma.

 

"La piel bronceada es más sugerente y atractiva. Las prendas de vestir son más ligeras e insinuantes, con colores muy intensos y estampados alegres y llamativos. El uso de menos tela en la ropa y el semidesnudo al tomar sol se convierten en incentivos que despiertan las fantasías sexuales que, a veces, pasan más inadvertidas el resto del año", enumeró la psicóloga y sexóloga Diana Resnicoff, directora del Curso de formación de sexólogos clínicos.

 

El verano más la transición del frío al calor que atraviesa la primavera es una fiesta para los sentidos que se estimulan con escenas de la vida cotidiana: el ruido del agua del arroyo o de la fuente de la plaza, las hojas silbando la brisa, el aroma de los jazmines.