La increíble historia de la nena que sobrevivió seis días sola en el monte

Domingo 24 de julio de 2016

“Pienso que Dios tiene preparado algo grande para ella. No creo que haya sufrido tanto en vano”, reflexionó Laura Krause (46), la madre de Romina Andrea Vilarte (23), quien hace 20 años protagonizó una historia que conmovió al país y trascendió a nivel internacional.
El sábado 14 de diciembre de 1996, El Territorio tituló en su tapa: “Hallaron a la nena de tres años perdida en el monte”. La noticia fue presentada como un milagro, ya que la criatura sobrevivió seis días a la intemperie en la zona rural de Campo Viera.
A dos décadas del hecho que mantuvo en vilo a los misioneros, por primera vez la joven accedió a una entrevista periodística y contó su historia en primera persona.

Para dimensionar el suplicio que padeció su familia durante los seis días que se extendió la búsqueda, vale recordar el reciente caso del pequeño Octavio Leonel Da Silva -de 2 años-, quien a principios de julio protagonizó una misteriosa desaparición que movilizó a cientos de personas.
El pequeño estuvo perdido por casi 48 horas en una chacra de Colonia Milagros, municipio de Dos de Mayo. Los padres culparon al Pombero y finalmente el nene fue hallado a unos 450 metros de donde desapareció.
Fueron casi dos días que se hicieron eternos. A la distancia, es difícil mensurar lo que habrán sentido entonces los padres y familiares de Romina durante los seis días en que no supieron nada de ella.
La encontraron en el límite de sus fuerzas, muy deshidratada y lastimada, ya que fue atacada por varios perros. Las cicatrices que cruzan sus piernas confirman la ferocidad de aquellos animales.
Su deterioro era tal, que permaneció dos meses internada en el Hospital Samic de Oberá, donde desfilaron varias autoridades y funcionarios que le prometieron la asistencia que nunca se concretó, lamentó su mamá.

“Los monos me daban fruta”
Tras indagar en Colonia Seguín, Campo Viera, donde residían en 1996, El Territorio ubicó a Romina en la localidad de Campo Grande.
Algo tímida ante el primer contacto, contó que hace dos años se mudaron desde la chacra del Kilómetro 39 al pueblo, en busca de mejores opciones de estudio para ella y sus hermanos menores.
Actualmente, su mamá trabaja en cinco casas de familia, mientras que ella vende productos de catálogo. “Con mucho esfuerzo de mis padres pude terminar la secundaria y estudié para auxiliar de maestra jardinera, pero hasta ahora no tuve suerte de conseguir trabajo”, comentó.
Mientras avanzaba la ronda de mate, la joven se fue soltando y señaló que tiene recuerdos fragmentados de aquella odisea en el monte que se extendió por seis largos días. Para colmo, fue un diciembre lluvioso de noches frías, lo que destaca la fortaleza física que tuvo entonces.
“Me acuerdo que los monos me daban fruta”, rememoró con una sonrisa que surgió bien espontánea, como conectada con aquel momento.
Su madre aportó: “Recuerdo que un par de años después estábamos viendo televisión, no sé si una película o un documental, y aparecieron unos monitos. Romina saltó de la silla y corrió a la tele para ver bien de cerca. Tocaba la pantalla y se reía. Decía que ellos le dieron comida en el monte. Fue algo muy emocionante”.
Aquella mente infantil también le acercó el recuerdo de los perros que casi la matan, y sumó otro personaje que fue una bendición. “Me acuerdo que los perros me corrieron y me mordieron mucho, hasta que apareció un caballo que les pateó y se fueron corriendo. Ese caballo me salvó”, agregó emocionada.

El principal “sospechoso” 
La presencia del caballo fue corroborada por su papá desde un principio de la investigación del caso, cuando mencionó que al notar la desaparición de la nena escuchó ladridos de perros furiosos y el relincho de un caballo que parecía enfrentarlos. 
Bajo el rescoldo del último sol de la tarde, la mamá de Romina recordó el episodio más tremendo de su vida: el día que se perdió su niñita.
“El domingo (8 de diciembre, Día de la Virgen) había fiesta en la escuela y fui con mis dos hijos más grandes. Los más chicos quedaron con el papá en la chacra, pero les prometí que les iba a traer bollos y chocolate. Se ve que en un momento Romina se largó a pie para buscarnos y mi marido no se dio cuenta. Ella agarró el camino equivocado y ahí le atacaron los perros de un vecino. Mi marido escuchó los ladridos y un caballo que relinchaba. Notó que la nena no estaba y salió corriendo, pero sólo encontró rastros de sangre y pedazos de la ropita de ella”, recordó Krause.
Para colmo, esa noche la lluvia tapó los rastros y complicó la desesperada búsqueda.
En ese contexto, para la Policía el primer sospechoso fue el propio padre de la criatura, a quien custodiaron a sol y sombra durante los días que duró la búsqueda.  
“Hasta el pastor de la iglesia le dijo a mi marido que cuente la verdad y que diga dónde le enterró a la nena. Pero la Romina era todo para él, su preferida. Él sufrió y aguantó el doble que yo, porque era sospechoso. La Policía le judeó mucho. El jueves estuvieron a punto de levantar la búsqueda y le iban a llevar preso”, recordó la mujer. 
Final feliz
Cuando casi todos habían perdido las esperanzas de encontrar con vida a la nena, el viernes 13 un tío de Romina llegó desde San Pedro y confió en la corazonada que tenía la mamá, quien comentaba que oía el pedido de auxilio de Romina, aunque nadie daba crédito a sus palabras.
“Yo escuchaba que ella me llamaba, pensaron que estaba quedando loca. Hasta que el viernes mi cuñado Cacho, hermano de mi marido, me preguntó de dónde venía el pedido de auxilio y le dije para el lado de la vertiente donde llevábamos a los animales, a unos cinco mil metros de casa. Me dijo ‘si vos escuchaste ella tiene que estar viva, yo te voy a traer a tu guaina’, y se fue para ese lado”, revivió. 
En la zona de la vertiente, Cacho encontró marcas de arrastre desde el agua hasta debajo de un árbol tuerto y agujereado. Descorrió el follaje y encontró dormida a la nena.
“Lo primero que dijo fue ‘papi, me trajiste caramelos’, porque pensó que era el papá”, agregó la mujer. El reencuentro con la familia fue indescriptible.
Al respecto, Krause reconoció: “Mi marido siempre decía que Dios no existe. Pero me contó que el jueves (un día antes del hallazgo de la nena) fue al baño, se arrodilló y rezó para que aparezca. Después me dijo: ‘Había sido que Dios es grande y sí existe’, y empezó a ir a la iglesia”.
La recuperación de Romina demandó dos meses de internación, lapso donde sobraron las promesas oficiales. “Nos prometieron un terreno, que le iban a pagar los estudios y otras cosas. Pero no le dieron ni un caramelo. Igual, con mucho esfuerzo salimos adelante. Ya pasaron 20 años, pero hay días que me acuerdo lo que sufrimos y doy gracias de que esté con nosotros”, subrayó con emoción hecha lágrima.

Daniel Villamea
fojacero@elterritorio.com.ar