Huellas de la cultura jesuítica en La Manzana de las Luces de Buenos Aires

Domingo 20 de abril de 2014
Conexión. | En la iglesia San Ignacio de Loyola hay un Cristo hecho por guaraníes. | Foto: Daniela Cortes
La rica experiencia social que vivieron los jesuitas y guaraníes hace 400  años en la actual provincia de Misiones está ligada a lo que por esa misma época sucedió en lo que hoy se conoce como La Manzana de las Luces, un conjunto de edificaciones ubicadas en el casco histórico de la ciudad de Buenos Aires donde se asentaron los jesuitas cuando llegaron a esta ciudad.
“La primera misión jesuítica llegó a Buenos Aires en 1608 y se estableció  en la actual Plaza de Mayo, en un territorio que se extendía desde la Pirámide de Mayo hasta la Casa Rosada. Pero como en ese lugar quedaron al lado de lo que fue el fuerte de Buenos Aires desde donde se combatía a los invasores, por cuestiones de estrategia los jesuitas se mudaron a un solar que les donó Isabel de Carvajal en 1661, ubicado entre las actuales calles Perú, Bolívar, Alsina y Moreno”, relató a El Territorio la arquitecta e historiadora Karina Balice, del Instituto de Investigaciones Históricas de La Manzana de las Luces.
“Es lógico que la vida cultural que se desarrollaba en las reducciones jesuíticas de Misiones esté relacionada con lo que también acontecía en esta manzana histórica de Buenos Aires, pues los jesuitas fueron los grandes precursores de ambas experiencias que forman parte de los orígenes de nuestras sociedades”, señaló Balice.
Seguidamente, dijo que “la construcción de la iglesia de San Ignacio, que fue la primera de Buenos Aires, la Procuraduría de las Misiones donde se almacenaba toda la mercadería tanto proveniente como destinada a la población de todas las reducciones, el colegio y la primera farmacia de esta ciudad, que fue el boticario de los jesuitas y todo el sistema de túneles que surcaban el subsuelo de esas construcciones, fue construido por mano de obra de negros y aborígenes y seguramente muchos de ellos vinieron de la zona de las reducciones jesuíticas”.
Luego destacó que “también todos los alimentos que se almacenaban en la proveeduría, como por ejemplo la yerba mate, era traída también desde las misiones de los guaraníes. Por lo tanto, había una conexión entre las misiones guaraníes y el asentamiento de los jesuitas en la Buenos Aires de la época del Virreinato del Río de la Plata”.
Según explicó Balice, el nombre de La Manzana de las Luces  surgió de un título periodístico publicado en el diario El Argos en 1821 que hizo referencia a las luces de inteligencia que se originaron en esas edificaciones cuando en los albores de la nación allí funcionaron las primeras sedes de la Universidad de Buenos Aires, la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación, la Academia Nacional de Historia, el Museo de Ciencias Naturales y las legislaturas de la provincia y de la ciudad de Buenos Aires, entre numerosas instituciones.
En la actualidad, esa manzana histórica declarada monumento nacional, es visitada por locales y turistas que recorren sus instalaciones a través de visitas guiadas en las que se explica el origen jesuita del lugar iniciado en el siglo XV y las transformaciones que se fueron realizando en esa arquitectura desde el siglo XVI hasta la actualidad.

Un Cristo hecho por guaraníes
Dentro de la histórica Manzana de las Luces se encuentra la Iglesia San Ignacio de Loyola, que fue construida por los jesuitas entre 1661 y 1675 y que cuenta entre sus imágenes religiosas con un Cristo de la Agonía que fue tallado en madera por los aborígenes de las reducciones jesuíticas en el siglo XVIII, según la información brindada a El Territorio desde el área de Cultura de esa antigua iglesia porteña.
La Iglesia de San Ignacio de Loyola fue reformada entre los años 1686 y 1734 y constituye la primera obra realizada en ladrillo en la ciudad de Buenos Aires. Las edificaciones anteriores eran de adobe, y a partir de los hornos levantados por los jesuitas para fabricar ladrillos, estos empezaron utilizarse en esa época del Virreinato del Río de la Plata.
Al lado de la iglesia San Ignacio de Loyola, sobre la calle Bolívar, los jesuitas construyeron hace 350 años, el Colegio San Ignacio o Colegio Grande, llamado Real Colegio de San Carlos después de la expulsión de los jesuitas y donde actualmente funciona el Colegio Nacional Buenos Aires.

La primera imprenta fue misionera
La imprenta tipográfica que se exhibe en el primer piso del Museo del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires forma parte de los objetos históricos que dejó la cultura forjada por guaraníes y jesuitas hace 400 años en la actual provincia de Misiones, y es posible que haya acuñado los primeros libros que se hicieron en nuestro país, cuando aún era parte del Virreinato del Río de la Plata.
Luego de la expulsión de los jesuitas, los pueblos de las misiones comenzaron un proceso de decadencia que terminó con la disolución del sistema comunitario, la muerte o esclavitud de millones de guaraníes y el robo de gran parte de los objetos materiales de valor económico o artístico que pertenecían a las reducciones.
Aquella valiosa imprenta tipográfica  que ubica a Misiones como el lugar donde se imprimieron los primeros incunables en la época del Virreinato del Río de la Plata, se estima que funcionó  hasta 1727. “Se calcula que se imprimieron libros para abastecer a casi todas las misiones jesuíticas. Los primeros ejemplares se hicieron en Loreto, pero aparentemente la imprenta funcionaba de manera itinerante y después también estuvo en San Javier y Santa Ana” señaló a El Territorio la licenciada en museología Virginia Fernández González, entrevistada en el Museo del Cabildo de Buenos Aires.
La historiadora Karina Balice dijo que “la histórica imprenta que funcionó en la reducción de Loreto y ahora se expone en el Museo del Cabildo llegó a Buenos Aires en 1780, luego de la expulsión de los jesuitas, y se ocupó en la Casa de Niños Expósitos que creó el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo. Allí se la ocupó para publicaciones que ayudaban a sostener la obra de benéfica de niños huérfanos, que fue el antecedente que luego dio origen a la Casa Cuna y al Hospital de Niños Pedro Elizalde”.
La imprenta tuvo una fructífera actividad en la vida cultural y religiosa de las reducciones jesuíticas. En ella se publicaron numerosas obras religiosas, efemérides, calendarios, tablas astronómicas y diccionarios del castellano al guaraní, como así también trabajos de los propios aborígenes, como el caso de Nicolás Yapuguay, que fue el primer misionero que escribió un libro, llamado Explicación del catecismo en lengua guaraní, publicado en 1721 en la reducción Nuestra Señora de Loreto.
El Gobierno misionero reclamó el envío a la tierra colorada de la imprenta,  con el argumento de que se trata de una pieza de valor histórico que debiera pertenecer a la comunidad misionera. Sin embargo, desde la Secretaria de Cultura de la Nación se rechazó el requerimiento.
Hasta mediados del 2012 la imprenta se exhibía con un cartel  que indicaba que “probablemente se trate de la primera prensa que funcionó en el Río de la Plata. Una creación local construida y manejada por los padres jesuitas e indígenas guaraníes en la reducción Nuestra Señora de Loreto, actual provincia de Misiones. Realizada en 1700 a partir de madera, hierro y piedra con tipos de estaño y plomo”.
Pero a partir del reclamo de Misiones, la referencia histórica de la imprenta se modificó. Ahora señala que se trata de “una prensa tipográfica del siglo XVIII denominada Common Press, un instrumento mecánico empleado para la reproducción de textos impresos, mediante la transferencia del entintado de caracteres tipo móviles”. Pero no cita ningún dato que pueda unir la identidad de esa pieza de museo con la cultura jesuítica-guaraní. Sin embargo, son muchos los historiadores que señalan que se trata de la famosa imprenta que funcionó a inicios del 1700 en Loreto.
En 1700, 65 años antes que en Córdoba y 80 antes que en Buenos Aires, los pueblos misioneros tuvieron su propia prensa tipográfica, con la particularidad de que si bien algunos moldes fueron traídos de España, otros fueron fabricados en los talleres de las reducciones. Y la tinta también fue elaborada por los guaraníes. Todo ello se llevó a cabo en la reducción Nuestra Señora de Loreto, bajo la dirección de los sacerdotes jesuitas Juan Bautista Neumann y José Serrano.
Según algunos historiadores, el primer libro impreso por aquella imprenta jesuítica-guaraní, fue el Martirologio romano, y después,  en 1705, el libro del padre Eusebio Nieremberg De la diferencia entre lo temporal y eterno.

Por Daniela Cortés
interior@elterritorio.com.ar


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