El zapatero de los carnavales

Miércoles 11 de enero de 2017 | 14:00hs.
En su taller emplazado en Posadas, Ricardo Silvero confecciona las botas que usan las bailarinas de los carnavales de toda la provincia y también las de Gualeguaychú y Encarnación | Foto: Marcelo Rodríguez.

Con la paciencia de un artesano, Ricardo Silvero (41) le dedica gran parte de su tiempo al arte que supo perfeccionar con el paso de los años. Ricardo es conocido en Posadas por su oficio y por ser el zapatero de los carnavales y así, gracias a su talento y profesionalidad llegan a su taller de Posadas pedidos de comparsas de toda la provincia, inclusive de Paraguay y Gualeguaychú. 

 

Está en la profesión desde hace 20 años. “Soy mecánico matriculado por Singer, arreglaba máquinas de coser y después trabajé en una fábrica y allí me interesé por ese trabajo, observaba cómo lo hacían”, se presentó el hombre que desde hace seis años arrancó en el rubro de zapatos de carnaval.

 

Sólo por nombrar algunas, Ricardo hizo las botas de comparsas como Imperial de San Javier, Maringá de Concepción de la Sierra, Maravilla de San Ignacio, así como otras de Oberá y Apóstoles. “También vienen de Encarnación y el año antepasado hice 145 pares de botas para una comparsa de Gualeguaychú que ahora no recuerdo el nombre”, señaló.

 

Es evidente la pasión y el empeño que le pone Ricardo a cada par de zapatos y botas, si se tiene en cuenta que no promociona ni hace publicidad de sus trabajos, sino que son las mismas chicas que integran el cuerpo de baile de las diferentes comparsas las que se pasan el contacto y hablan maravillas del trabajo final.

 

Es así que según de qué localidad lo contactan para hacer los calzados, es hacia donde se dirige Ricardo con algunos materiales para tomar las medidas y formas del pie de cada chica. Luego de diseñar las diferentes botas de cada bailarina, se dedica a cortar las partes y a confeccionar para, por último, darle la terminación.

 

Los materiales que ocupa, según comentó, los trae de Buenos Aires y Brasil dado que aquí no se consiguen, como por ejemplo: glitter, alto brillo, óleo gráfico, cuerina, charol y pana.

 

Por lo general, Ricardo y sus tres ayudantes inician con los trabajos para los carnavales en los primeros días de enero. Sin embargo, en los últimos años las fechas se adelantaron a diciembre y hasta a noviembre. El zapatero de los carnavales recomienda que lo contacten con más o menos un mes de anticipación para poder trabajar con comodidad, ya que hay años en los que confecciona los zapatos de hasta mil chicas.

 

“Hay días que sacamos 20 y 25 pares, dependiendo de la complejidad del calzado. Si es fácil hacemos hasta 45 pares en un día con los tres ayudantes que trabajan conmigo”, contó.

 

Pero no son las únicas fiestas para las que Ricardo presta sus servicios. Las adolescentes de las escuelas posadeñas acuden a él para completar su colorida y brillante pieza final de su traje de la Estudiantina.

 

De ese modo, fueron un total de 19 los colegios que lucieron sobre la costanera sus piezas únicas. Algunas de esas las instituciones educativas son: Roque González, Santa María. San Basilio. Madre de la Misericordia, Comercio 6, Janssen, Normal 10, Nacional, Santa Catalina, Industrial y Verbo divino.

 

Un oficio que resiste
La fábrica de zapatos de Ricardo en una de las últimas que están quedando. Entrar a su taller es como hacer un viaje en el tiempo. Si bien hay un par de máquinas, en ese lugar los trabajadores se meten en la paciente labor de coser los zapatos a mano.

 

En el taller de Ricardo se trabaja sin parar todo el año, en doble turno, todos los días. Sin embargo, hay oportunidades en las que tiene que rechazar pedidos porque no cuenta con la suficiente mano de obra. Sobre esto reflexionó: “Me da un poco de pena porque lo robotizado está ganando el mercado. Este es un trabajo muy lindo, me encanta, es como una terapia para mí”.
En tanto se lamenta que los jóvenes no se interesen por este clásico oficio. Él se ocupa entonces de que en su galpón esto se siga manteniendo por un tiempo más.