“Viajo siguiendo proyectos, soy nómade hace ya cinco años”

Lunes 22 de mayo de 2017
Nahuel es joven un militante de Act Up Paris en los 90.
A falta de películas argentinas en la carrera por la Palma de Oro, el actor Nahuel Pérez Biscayart, nacido en Buenos Aires y que a los 31 años ya acredita 28 largometrajes -muchos rodados en el exterior-, 14 miniseries y numerosos cortos, es el protagonista de 120 battements par minute, filme del francés Robin Campillo que toma parte de la Competencia Oficial de esta 70° edición del Festival de Cannes y por la que el argentino se estaría perfilando como uno de los favoritos a llevarse el premio como mejor actor.
En el tercer filme de Campillo, Pérez Biscayart interpreta a Sean Dalmazo, un militante del grupo Act Up París (AIDS Coallition To Unleash Power), que luchaba en la década del 90 por la prevención, la investigación y los subsidios para el tratamiento de los afectados por el virus HIV, que causaba estragos especialmente en jóvenes.
El actor estuvo en la alfombra roja el sábado por la noche en la presentación del filme. Anteriormente fue aplaudido por El aura, La sangre brota, Cerro Bayo, y miniseries como Hermanos y detectives, Epitafios y El puntero, que ya recibió un Cóndor de Plata por Tatuado y ahora es candidato al mismo premio por su trabajo en Lulú, de Luis Ortega.

¿Cómo fue que empezaste a hacer cine en el exterior?
Se dio de manera bastante accidental. La primera película en la que trabajé en Francia me llegó porque el director había visto La sangre brota que se había estrenado en París, otra porque la directora me vio en una película en la televisión española, otra a través de un mismo director de casting que ya me había llamado para una peli anterior. En otra ocasión, fue a través de mi agente alemán que me puso en contacto con el director. No hay regla, ni planificación, todo se fue configurando bastante solo, y lo único que hice fue ir tomando o dejando.

Pero hubo una búsqueda de tu parte...
Siempre me interesa llegar a lugares desconocidos, aprender su lengua y su cultura. Actuar en una lengua desconocida y descubrirte disfrazado con sonidos raros te invita a redescubrirte, a tocar la esencia o a descubrir nuevas personalidades en uno mismo.

¿Vas y venís de París?

Solamente paso un tiempo de tanto en tanto cuando tengo proyectos. El año pasado sí estuve casi todo el año acá porque se me encadenaron tres películas. Sino, cuando no tengo nada concreto, no me quedo en París. Tengo unas valijas en un sótano, es todo.

¿Qué tan diferente es trabajar aquí y en Europa?
Europa es bastante amplio y diverso. En los países en los que trabajé, no veo tanta diferencia. Las estructuras de producción son bastante similares. No así sus recursos. Las películas en que me tocó trabajar tuvieron un financiamiento importante, con condiciones de trabajo muy buenas. Hay algunos roles que cambian, sobre todo entre dirección y producción en cuanto a quien se ocupa de determinadas cosas.

¿Pero hay diferencias entre un país y otro..?
En Alemania noté una obsesión con ser efectivo e invencible. Las jornadas podían durar más de 14 horas y retomar a las 6 horas sin escuchar ni una queja. Mientras que en Francia, podés almorzar con vino y terminar más temprano. En España no se puede filmar si no se hace la pausa "bocata" a media mañana, es sacrilegio. En Suiza tuvimos un camión de catering atendido por un italiano que nos hacía platos de diferentes países cada día.... siempre todos enamorados intentando darlo todo por la película.

¿Vas a volver a hacer cine en Argentina?
Me encantaría. Estaba confirmado para una película pero me sacaron por no ser famoso. Siento que el miedo ante la situación catastrófica que se está viviendo no hace más que acentuar la tendencia a ir a lo seguro, a lo rentable. O quizá sea simplemente un caso aislado de un director sin el peso suficiente para poder plantarse y defender su deseo.

¿Y acá...?
Acá en Francia el año pasado protagonicé dos películas de bastante peso teniendo un recorrido casi nulo en el cine francés. Veo acá una notoria apertura a lo nuevo y un respeto del deseo genuino de los directores bastante más fuerte que en Argentina. No es necesario hacer televisión diaria o estar expuesto por fuera de tu trabajo para poder estar al frente de proyectos grandes y de calidad.

Eso empuja a salir al exterior...
Algunos creen que me fui, pero no es así. Algunos argentinos nos comportamos como huérfanos abandonados por nuestros abuelos europeos, y aquel que toca tierra del otro lado del mar es como si hubiera logrado recuperar ese amor trunco. Somos perseguidos por ese fantasma del viejo continente: esa versión acabada de lo que desearíamos ser o haber sido. "Claro, no volvés más vos", dicen. Yo ya dejé de usar los verbos volver y venir. Estamos a más o menos horas de distancia, es todo. Si hay proyectos interesantes me sumo, más allá de dónde se den. Viajo siguiendo los proyectos y me instalo temporalmente. Soy nómade hace ya cinco años.

¿Cómo te llegó esta película en competencia?
Llegó a través de Sarah Teper y Leila Fournier, directoras de casting que conocí hace mucho tiempo al momento de presentar Au fond des bois de Benoit Jacquot.

¿Cómo es tu personaje?
Es un militante de Act Up París (AIDS Coallition To Unleash Power) a principio de los 90 antes de la llegada de las terapias antiretrovirales contra el HIV, un pibe que adoptó la causa como su principal motor de vida. Quiere darlo todo para mostrar la injusticia contra los enfermos ante la ausencia de políticas de Estado de prevención, tratamiento e investigación. Otro joven recién llegado al grupo se interesa en él, desea acompañarlo en su lucha, pero sobre todo estar a su lado en lo que parece ser la recta final.

¿Qué tanto sabías del Act Up?
Poco y nada más allá del triángulo rosa y alguna que otra imagen de archivo. Espero que con esta película algo de estos héroes llegue a un público que igual que yo antes de adentrarme en el proyecto, no los conocen.

¿Cómo fue asumir el compromiso?
Si bien navega en un contexto político, de exaltación de la lucha, y en el cual sus personajes dan todo por la causa, ese no es el único eje. Tiene muchas capas y se mete en la intimidad de los personajes. Es un gran cuerpo colectivo compuesto por muchos personajes que viven su implicación en la lucha de maneras muy diferentes, cada uno con sus motivaciones personales.

Una historia de luchadores...
Las lecturas en torno al peso de sus acciones, y al rol jugado en ese momento de la historia, son cosas ajenas a la actuación: al momento de actuar todo es presente. Desde lo personal, admiro a los que han transformado sus dolores en luchas colectivas, que han dado todo por transformar la realidad sin siquiera saber si vivirían para disfrutar de sus logros.