Una visita a las islas flotantes de los Uros

Sábado 18 de junio de 2016 | 07:44hs.
Una visita a las islas flotantes de los Uros

Los Uros son una etnia de indios peruanos que se caracteriza por su estilo de vida ligado al Lago Titicaca, en la Bahía de Puno.

 

Parte de su población vive en islas flotantes construidas a base de totora, una hierba que crece en la superficie del lago, y que es entrelazada hasta formar un colchón que tiene la capacidad de mantenerse a flote. Alejados del continente, y replicando prácticas ancestrales, los Uros han sabido adaptarse al mercado turístico, ofreciendo paseos sobre canoas de totora, y explicando su particular modo de vida.

 

Únicos en el mundo, la visita se torna exótica y didáctica. Caminar sobre una isla ofrece la misma sensación que hacerlo sobre una cama elástica, y no faltan los turistas que pierden el sentido del equilibrio y llegan a trastabillar y caerse, o los que adrede corren y se lanzan contra el mullido “piso”.

 

El tour contempla una charla introductoria, a cargo de uno de los integrantes de la isla, que animados relatan el modo de vida de los indígenas. Cada isla sólo puede albergar diez viviendas, y cada choza realizada en totora, contiene una sola habitación.

 

Los habitantes del predio flotante destinan un sector del islote para “cocinar”, debido a que está prohibido encender fuego. La causa no guarda relación con ningún tipo de simbolismo o creencia, por el contrario, obedece a un móvil más simple: En caso de un incendio, se consume toda la isla en menos de una hora. Accidentes de este tipo forman parte de la memoria colectiva del pueblo.

 

La alimentación se basa en la pesca, y la caza ocasional de animales o aves que se acercan a hidratarse al lago. Como complemento, los Uros se jactan de saborear la misma totora que yace baje sus pies.

 

El sector de la cocina y el baño son compartidos. Mientras el toilette es una pequeña choza con un balde adentro, bañarse es un práctica que los habitantes de las islas realizan una sola vez al mes.

 

Consiste en quitarse la ropa y lanzarse al lago helado. El resto del tiempo, las bajas temperaturas los convencen de mantenerse alejados del agua, y del jabón.

 

Tras la alocución, llega el momento del recorrido en canoa, único medio de transporte que es utilizado para pescar, trasladarse de una isla a otra, o viajar rumbo al continente donde muchos integrantes de la etnia trabajan, y van a vender sus productos artesanales e intercambiarlos por comida, ropa y artículos.

 

Durante el paseo, la vista es sublime, y aunque el aire que se respira tiene un aroma poco agradable similar al del azufre, los anfitriones se esfuerzan por ofrecer un servicio memorable.

 

Mientras los niños y mujeres del lugar entonan cánticos ancestrales, y los traducen al castellano, inglés, francés e italiano, los hombres ponen empeño en la venta de las artesanías fabricadas por las féminas.

 

Quienes deseen pasar la noche en lugar pueden hacerlo. El pueblo flotante cuenta con un islote destinado a los turistas cuyas chozas pueden ser alquiladas por pocos dólares. Es importante tener en cuenta que la choza no está equipada con colchones, mantas, almohadas o algún tipo de ropa de cama, y que entre las varas de totora entrelazadas proliferan las arañas. En el lugar además se emplaza un bar que ofrece bebidas alcohólicas y platos típicos a base de pescado.

 

Según las estadísticas, en Perú existen más de 20 islas habitadas por los Uros, y otras tantas en Bolivia, pero la tradición obliga a la creación de un nuevo islote cada vez que una isla se vea superada por más de cuatro familias.

 

Visitarlas es una experiencia única que conjuga aventura y aprendizaje. Un periplo que abre la mente y el corazón respecto a las diferentes culturas que componen Latinoamérica y la capacidad de adaptación del ser humano para vivir en los lugares más inhóspitos del planeta.