“Ahora nuestro hogar es pleno, hay cumpleaños y mesas con siete platos”

Domingo 26 de febrero de 2017 | 08:45hs.
La pareja contó que vino con un auto y tuvo que volver en dos porque la familia se había agrandado.

“Nosotros viajamos a Posadas a adoptar un hijo y tuvimos que regresar a Buenos Aires en dos autos porque terminamos adoptando cinco hermanos que hoy son la felicidad de nuestro hogar”, señaló Mariela Rzepeski, quien junto a su marido Claudio Boccalón constituyen un caso concreto de una acción a fomentar: la decisión de adoptar niños que son hermanos  y que ya no son bebés.


Esa adopción se logró el 11 de diciembre del 2014 en Posadas. Una fecha que el matrimonio de Mariela y Claudio festeja como el inicio de la familia que siempre soñaron y que hoy la disfrutan.


La fecha también marca un antes y un después para los cinco hermanitos misioneros, Julio (14), Mario (12), Ana (10), María Luján (7) e Iván (5), quienes en ese momento se despidieron del hogar Tupá Renda y comenzaron una nueva etapa de sus vidas como hijos de una familia en la localidad bonaerense de Florencio Varela.    


El Territorio dialogó con Mariela, que por estos días al igual que otras  madres se encuentra en plena organización de útiles escolares y guardapolvos para el inicio de clases. “Ya tenemos las mochilas listas para volver a la escuela, pero como acá todo lo tenemos que hacer multiplicado por cinco, lo hacemos con bastante tiempo de antelación”, comentó risueña la mamá, mientras trataba de evitar que Iván abra y desparrame las cartucheras de los hermanos.


“Lo nuestro fue un amor a primera vista. Nunca planeamos adoptar cinco hijos, pero la situación se dio así porque Dios seguro tenía estos planes para nosotros y la verdad es que hoy podemos sentir que tocamos el cielo con las manos”, relató. Y agregó: “Somos una familia feliz como cualquier otra, con todo lo lindo y sacrificado que supone eso”. 


Al recordar el momento de la adopción, que se concretó hace dos años, contó que “viajamos a Posadas para cumplir con los pasos formales de la adopción de Julio, que en ese entonces tenía 12 años, y en nuestra primera salida lo invitamos a tomar un helado y nos respondió que por favor sean cinco porque quería lo mismo para sus hermanitos. Después fuimos a comprar un perfume y también nos volvió a pedir que sean cinco porque Julio siempre estuvo muy conectado a sus hermanos menores”.


Mariela y Claudio se acuerdan de cada uno de los detalles de aquella semana de diciembre del  2014 en Posadas. “Fueron días muy intensos, con mucho calor no sólo por la temperatura del verano misionero, sino porque de repente, después de doce años  esperando una adopción, nos encontramos con la propuesta de adoptar a cinco hermanitos”, señalaron.


El matrimonio que había viajado desde Buenos Aires hacia la tierra colorada para adoptar un niño, tuvo que comunicarse con familiares y amigos para que los ayuden con otro coche, pues estaban volviendo a casa con cinco flamantes hijos y no entraban todos en un auto. “Cuando desde la Fundación Tupá Rendá nos dijeron que también podíamos adoptar a Mario y a Ana, y posteriormente la jueza de menores nos explicó que en realidad eran cinco los hermanitos que no se querían separar y que también incluían a María Luján y a Iván, con mi marido dimos el sí más inmenso de nuestras vidas”, rememoró Mariela

Animarse a cinco hijos
En la actualidad, en el país hay cerca de 10.000 niños entre 2 y 14 años que viven en hogares de menores y que esperan que alguna familia los adopte. Esto sin contar la cantidad de niños que viven en situación de calle.


Por el otro lado, hay cerca de 6 mil expedientes de personas o matrimonios inscriptos en el Registro Único de Adoptantes, que esperan adoptar un hijo. Si esos dos extremos de una misma necesidad lograran encontrarse seguramente podrían formarse más familias felices como la lograda por Mariela y Claudio, pero en el medio de esa necesidad hay plazos legales, prejuicios sociales y una serie de obstáculos que dificultan ese encuentro.


A pesar que el nuevo Código Civil que rige en el país amplió los tipos de adopción y acortó los tiempos, todavía lleva años la tarea de juntar a los dos extremos de esa misma necesidad: niños y padres con ganas de una familia. Una de las principales barreras es que la mayoría quiere adoptar bebés, pues casi el 92% de los legajos de adoptantes piden niños de menos de un año. 


A su vez, en el otro extremo de esta realidad sucede que para que un juez decida quitarles la patria potestad a los padres biológicos primero se agotan todas las instancias posibles de revinculación con la familia de origen. Esto incluye abuelos, tíos o referentes familiares y, en ese tiempo el bebé sigue creciendo y deja de ser menor de un año.


“Nosotros estuvimos más de 12 años esperando la adopción. Al principio nos anotamos como la gran mayoría lo hace para adoptar un bebé de hasta un añito, pero después de esperar por tanto tiempo decidimos subir esa edad hasta los 10 años y, también sumamos la posibilidad de que sean dos o tres hermanitos,  y allí nos surgió la oportunidad de conocer a Julio y luego a sus cuatro hermanos”, explicó Mariela.

El amor es más fuerte
Mariela y Claudio están juntos desde hace 20 años y cuando supieron que no podían lograr un embarazo comenzaron a pensar en adoptar un bebé. “Mis padres, Antonio y Lidia, son de Apóstoles y fueron los primeros que nos aconsejaron en comunicarnos con fundaciones de niños judicializados de allá porque es cierto que con la misma intensidad que nosotros deseábamos un hijo, también hay en este momento tantos niños que desean una familia”, destacó la mujer.


Consultada sobre cómo fue pasar de la vida de un matrimonio solo a la de una familia con cinco hijos, Mariela señaló que “nosotros siempre soñamos con una familia, no sabíamos que iba a terminar siendo numerosa y la verdad es que fue lo mejor que nos pudo pasar a todos”. Y añadió: “Ahora nuestro hogar es pleno, hay cumpleaños y mesas con siete platos, hay juguetes, risas, peleas y más risas como cualquier familia”, relató la madre.


Claudio se desempeña como contador y Mariela es médica pediatra. Ambos tuvieron que conseguir otro trabajo, porque además de tiempo y afecto, la crianza de cinco niños supone un sacrificio importante.


“El amor que nos dan nuestros hijos es tan fuerte que supera cualquier sacrificio laboral que tengamos que hacer”, manifestó Mariela.


Asimismo, dijo que “al momento de la adopción siempre se piensa más en el afecto de los padres hacia los hijos, pero la verdad es que es tanto el amor que nos dan los niños, que eso es más que suficiente para curar cualquier herida”.


La mamá aprovechó para explicar que “la experiencia de la adopción de niños que ya no son bebés es realmente muy movilizante desde lo afectivo, porque son chicos que ya comprenden la situación y ponen lo mejor de sí para lograr una vida en familia”, cerró.

Por Daniela Cortés