UN JUGADOR DE TODA LA CANCHA

Jueves 30 de marzo de 2017

Con sus 21 años, Maximiliano Parra (21) es jugador y entrenador de rugby del club montecarlense Mamangá. Ser parte de esa familia de la ovalada lo ayudó a superar la pérdida de su madre, afrontar las dificultades económicas y no bajar los brazos para seguir creciendo junto a su equipo.
Maxi, como todos lo conocen, vive en el barrio San Lorenzo con un tío; es el mayor de seis hermanos y, en la medida que puede, se hace cargo de tres de sus hermanos menores, con la ayuda de otros dos que trabajan y viven en Buenos Aires.
“Desde los 11 años que estoy en el rugby, todo empezó por una fundación que había venido a Montecarlo con el club para promocionar esta disciplina, iban a las escuelas a buscar chicos y yo quedé en esa camada”, explicó.

Luego añadió “ me gustó porque te integraban enseguida, se hacían actividades para que nos conozcamos todos, es como una gran familia porque nos enseñaron valores, compañerismo, solidaridad y el no menosprecio a otros deportes y nos sentimos contenidos”.
Además, Maxi señaló que se fue ganando su lugar de a poco. “Seis meses entrenando para jugar el primer partido, siempre estaba afuera porque era chico físicamente y me cuidaban; en el segundo partido jugué y tuve la oportunidad de hacer puntos y de ahí no paré. Siempre jugaba con las categorías más grandes y a los 16 comencé a jugar en primera”.
Como jugador su posición de juego es de 9, medio scrum y en ocasiones juega de fullback. El año pasado tuvo la oportunidad de viajar a Buenos Aires como parte del equipo de la selección M16 de Misiones Y espera alguna vez poder formar parte de la selección mayor de la provincia.
Pero esa faceta de jugador no es la única ya que hace casi dos años está a cargo de la preparación y entrenamiento de los menores de 16 y 17 años, junto a otro compañero de equipo e hizo cursos de entrenador para ampliar conocimientos. “Es difícil tratar con chicos desde 15 años, es una edad complicada, pero tratamos siempre de incentivarlos que se sientan contenidos y cómodos; y así, es más fácil que se refugien en el deporte, eso es una gran satisfacción. A veces tenemos dificultades que van pocos a entrenar pero siempre tratamos de estimularlos y preocuparnos para no dejar que se pierdan”, contó con orgullo el jugador.

Ser parte de una gran familia
La madre de Maximiliano falleció hace tres años; era la jefa del hogar y con su pérdida cambiaron muchas cosas: un tío se hizo cargo de él y sus hermanos.
“El club a mí me hizo ser parte de esa gran familia; desde el inicio siempre tuve colaboración desde ahí para los viajes, yo ponía lo que podía y ellos me ayudaban con el resto” y además explicó que “antes de comprarme medias, botines, short, siempre veo primero si falta el dinero en mi casa y aporto ahí y si me sobra me compro la indumentaria”.
A pesar de las dificultades económicas Maximiliano concluyó su secundario el año pasado en la Epet 17 CTM y se prepara para iniciar una carrera terciaria en esa misma institución.
Asimismo en sus tiempos libres, fines de semana y feriados los dedica a trabajar en alguna ‘changa’, ya sea en obras de construcción o lo que se le presente. “Estoy buscando algún trabajo que me dé tiempo también de seguir estudiando  y seguir adelante, siempre está primero mi familia y que no falte nada y por último pienso en mí... pero nunca bajo los brazos”, dijo emocionado.

La ovalada como refugio
El ser parte de la  familia del rugby le significa una gran ayuda “para mí es un refugio, donde voy a pasar el rato y tratar de pensar en otras cosas; mis hermanos también hacen rugby y nos ayuda.  Además, me gusta porque tiene muchos valores. Uno aprende el compromiso en muchas cosas, como ser solidario”, explicó.
Y con mucha valentía, el montecarlense reflexionó que “si no estaba en el club quién sabe donde estaría, porque hay muchas personas que al perder familiares tan cercanos se pierden y terminan en malos caminos, para mí es mi espacio de contención. Quiero ayudar en lo que pueda, retribuir lo que me dan. El rugby me dio mucho”, finalizó.