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“Mi familia y yo perdimos la tranquilidad de vivir que teníamos”

domingo 17 de junio de 2018 | 5:30hs.
Un fuerte mensaje alerta el ingreso al barrio Oeste de Campo Viera.
“Barrio Oeste peligro. No pasar”, alerta una pintada en el acceso y no pasa de desapercibida para el visitante que llega al barrio, situado a la altura del puente peatonal de la ruta nacional 14, en la localidad de Campo Viera.

Es media mañana, el frío no afloja y en la esquina del Centro Integrador Comunitario (CIC) un grupo de cinco jóvenes se pasa mano en mano una botella de cerveza; uno le grita algo a un señor mayor que pasa por la vereda del frente, el hombre no contesta, agacha la cabeza y apura el paso.

A media cuadra de ahí, el 20 de octubre del año pasado, Diego Adrián Genzler (22) fue asesinado a piñas y patadas por una patota que lo agredió cuando se dirigía a la casa de su novia.

Según testigos, la víctima fue rodeada y no tuvo opción de defenderse más que a los gritos. Su pedido de auxilio alertó a varios vecinos, algunos de los cuales salieron a ver qué sucedía y trataron de interceder, pero fue imposible frenar a los homicidas.

“Es terrible lo que le pasó a ese muchacho. Y hay otro antecedente acá en el barrio, de hace trece años, cuando le ahorcaron al hermano de mi señora”, recordó Daniel Figueredo (51), padre de un adolescente de 15 años que el domingo pasado fue baleado en una pierna.

Transcurrida una semana del último hecho la Policía aún no dio con el responsable. En tanto, si bien se presume que el proyectil provino de un revólver calibre 22, hasta el momento no existe confirmación al respecto ya que en la guardia del hospital Samic de Oberá decidieron no extraer el plomo, lo que inquieta a los padres del joven.

En diálogo con El Territorio, Figueredo aseguró que su hijo nunca tuvo problemas con nadie ni sospechan sobre quién pudo haber efectuado el disparo.

Sin sospechosos
Todavía conmovido, el hombre relató que el domingo después de almorzar, alrededor de las 14.30, sus hijos de 15 y 17 años se dirigieron a la casa de un amigo que reside a media cuadra de su domicilio, en Barrio Oeste.

“Prepararon un tereré, pero ni llegaron a tomar, porque de repente mi hijo sintió un impacto en la pierna. Primero pensó que fue una piedra, pero como escucharon el estruendo se dieron cuenta de que fue un balazo. Ahí el hermano corrió a casa, le avisó a mi señora y le llevaron hospital local, desde donde lo derivaron al Samic de Oberá”, precisó durante la conversación con este matutino.

Según estimaron, el disparo provino de una zona de malezas ubicada en frente al lugar donde se encontraban los chicos y la bala pudo impactar a cualquiera de ellos.

“No vieron a nadie, tampoco tienen problemas con nadie ni sospechas de quién podría ser, lo que nos genera más temor. Le pudo tocar a cualquiera y de casualidad no murió nadie”, agregó en el progenitor.

A su lado, su esposa Matilde Robalde (42) reconoció que “suele escucharse disparos en el barrio”, al tiempo que su marido subrayó: “La mayoría es gente de trabajo, pero por ahí pasan otros que hacen problemas”.

Figueredo es peón rural, tarea que alterna con su pasión por el fútbol, lo que lo llevó a ocupar el cargo de actual vicepresidente del Club Atlético Campo Viera. Además de la labor dirigencial, también relata los partidos de su equipo por una FM local.

Por ello, el domingo pasado se encontraba en los preparativos de la transmisión cuando le avisaron que su hijo había recibido un balazo.

“Nunca en mi vida me asusté tanto y yendo para el hospital me imaginé lo peor. Gracias a Dios no fue grave, pero mi familia y yo perdimos la tranquilidad de vivir que teníamos antes. A mi nena de 7 años, por ejemplo, ya no la dejamos que salga a andar en bicicleta. Tampoco te podés sentar afuera”, graficó.

Sigue con la bala
Por otra parte, Figueredo y su esposa se mostraron muy disconformes con la atención del hospital Samic, al punto que reclamaron que los médicos ni siquiera les informaron sobre las curaciones que le realizaron a su hijo ni el diagnóstico.

“Ni siquiera nos dejaron entrar a la guardia y sólo pudimos hablar con el muchacho de seguridad. Yo quería hablar con algún médico para preguntarle qué tipo de lesión tiene mi hijo y cómo seguir las curaciones, pero no me dejaron preguntar”, expresó Robalde.

Precisó que el chico permaneció poco más de una hora en el centro asistencial y cuando salió le dijeron que “no es peligroso que la bala quede en la pierna, sin ninguna otra explicación”.

“Pero después, el doctor del hospital de Campo Viera se enojó porque no le sacaron la bala. O sea que no entiendo, porque ni entre los médicos se ponen de acuerdo”, agregó.

Su esposo especificó que en el Samic le dieron analgésicos y una receta para comprar antibióticos, mientras que en el hospital local le entregaron un certificado de diez días de reposo para presentar en el colegio.

“No sé si actuaron así por algún tipo de prejuicio, pero la verdad que no mostraron ningún interés. En la comisaría me dijeron que pida el informe y la placa para agregar a la denuncia, pero el lunes fui al Samic y me dijeron que no hay placa, que la única solución es sacarle una nueva”, indicó.

Por Daniel Villamea
fojacero@elterritorio.com.ar
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