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Los voluntarios misioneros ya construyen aulas en Mozambique

miércoles 11 de enero de 2017 | 6:00hs.
Los voluntarios misioneros ya construyen aulas en Mozambique
Soledad Balan, una de las voluntarias, junto a niños de la comunidad de Lipango.
Soledad Balan, una de las voluntarias, junto a niños de la comunidad de Lipango.

Ya están en Lipango, Mozambique. Cinco misioneros arribaron a tierras africanas con una sola idea, construir un sueño. Después de varios meses de trabajo recaudando fondos, hoy ya están construyendo las aulas en una comunidad rural, en la provincia de Gaza, ubicada al sur del país.
Liza Legendre, Soledad Balan, Santiago Fonseca, Vanina Fernández y Facundo Sartori encararon esta cruzada solidaria como parte del proyecto Somos del Mundo. Tras varios años realizando voluntariados en el país, llegó la hora de ir más allá de la frontera. Luego de su experiencia en "Techo" decidieron aventurarse a otro destino.
Somos del Mundo ya construyó 32 escuelas en 20 países. Ahora, los misioneros colaboran en la construcción de tres aulas, de las cuales dos fueron destrozadas por una tormenta en diciembre último.
“Estamos construyendo la primera de tres aulas en la comunidad Lipango”, contó Soledad Balan, en diálogo con El Territorio. “Nos levantamos muy temprano, a las 5 AM y ya empezamos a trabajar porque hace mucho calor”.
Mozambique es un país ubicado al sur del continente africano. Su idioma oficial es el portugués, aunque existen varias lenguas nativas. “Muchos hablan portugués,  pero el idioma acá es changana o jope. Nosotros aprendimos cosas básicas, pero los chicos se ríen mucho cuando hablamos en su idioma”, describió Soledad.
“Es una comunidad rural, comemos mandioca, arroz, frijoles, mango, algunas cosas son muy similares a Misiones”, comentó. Los tiempos son muy distintos, más de cinco horas de diferencia con Argentina, sin embargo, el trabajo en equipo con los pobladores, hace llevadera y placentera la estadía.
En estas regiones no hay agua potable, o al menos cerca, e incluso muchas veces es escasa. “Las mujeres caminan mucho para ir a buscar agua, y lo traen en baldes sobre su cabeza”, comentó Balan. Más allá de las aparentes dificultades, la comunidad es muy alegre; cantan y bailan todo el tiempo, “improvisan una música y parece un coro, todos bailan y cantan”.
También les tocó a los voluntarios argentinos improvisar: tuvieron que cantar después del almuerzo y terminaron haciendo un trencito con todos los presentes.
Los jóvenes misioneros fueron recibidos con alegría en la comuniad, los invitan a sus casas y comparten aprendizajes. Los de la comunidad vienen temprano al lugar de la construcción a ayudar y a compartir. “Todos nos tratan muy bien, nos miman mucho.  Las 'mamas', así llaman a las mujeres, nos preparan siempre la comida”, relató la voluntaria.                       
Oscurece muy temprano en la comunidad. Soledad relató que las “mamas” calientan un poco de agua para que se bañen antes de reposar en la escuela, donde están alojados.
Pero el día todavía no terminó. Cenan todos juntos y recién los vecinos se van a sus casas. Toman un buen descanso para recuperar las energías y al día siguiente, seguir construyendo este sueño a más de 9 mil kilómetros de casa.
Con esta experiencia, Argentina y Mozambique, podría decirse, acortan sus distancias. Culturas, costumbres e idiomas diferentes unidos por lazos de solidaridad.

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