El pasado misionero se luce en la Capital Federal como circuito turístico

domingo 31 de julio de 2016 | 6:00hs.
En el museo Scalabrini Ortiz descansa la génesis y el ocaso del tren misionero.
En el museo Scalabrini Ortiz descansa la génesis y el ocaso del tren misionero.

Caminar por la Ciudad de Buenos Aires puede resultar una experiencia muy cercana a la cultura misionera porque hay muestras de la historia y del presente de la tierra colorada en casi todos los museos, iglesias y edificios históricos de la capital del país.
Hasta podría trazarse una especie de circuito turístico para misioneros que recorra diversos sitios y monumentos históricos de la ciudad del obelisco y en cada uno de ellos se podrá descubrir algún vestigio de la cultura provincial.
En la edición de hoy, El Territorio propone un camino misionero en tierras porteñas, que podría tener como lugar de partida la catedral metropolitana ubicada frente la Plaza de Mayo, donde desde el año 2003 se encuentra la imagen de San Roque González de Santa Cruz con un mate en la mano, un simbolismo muy fuerte para los misioneros, por lo que significó el santo como fundador de lo que hoy es Posadas  y por la figura del mate como bebida tradicional.
La escultura de San Roque González de Santa Cruz fue realizada por el  ceramista José María Lanús y está basada en un retrato que descubrió el padre Guillermo Furlong en Córdoba, a comienzos del siglo pasado, pero a diferencia de la tela que lo muestra con el corazón de Jesús en la mano, la obra que se exhibe en la Catedral Metropolitana lo muestra con un mate de plata.
Dicha imagen fue entronizada en el año 2003 por Jorge Bergoglio, que por ese entonces era el cardenal primado de nuestro país y fue quien dirigió la misa de inauguración de esa obra de arte religiosa que se muestra en  la catedral porteña.
A pasos de la Catedral, se ubica el museo del Cabildo de Buenos Aires, donde se encuentra la imprenta tipográfica que algunos historiadores señalan que fue hecha por jesuitas y guaraníes en la reducción de Loreto hace más de 300 años y, por lo tanto, la ubican como la primera que logro imprimir letras en Sudamérica.
La imprenta en cuestión fue reclamada hace un par de años por el Gobierno de Misiones para exponerla como patrimonio histórico en la tierra colorada, pero el pedido no prosperó porque, como en casi todas las cuestiones históricas, para cada biblioteca existe otra que sostiene un punto de vista diferente y con ese criterio sigue en Buenos Aires.
“El origen de la famosa imprenta que crearon los jesuitas en las Misiones se remonta al 1699 o 1700. Sus creadores fueron los sacerdotes Juan Bautista Neumann y José Serrano. Fuera de las misiones, recién existió en Buenos Aires una en 1780, cuando hacía más de 80 años que había sido fabricada la imprenta misionera”, señaló el historiador Alfredo Poenitz
La histórica máquina se exhibe  en el museo del Cabildo y todo hace suponer que seguirá en ese sitio. Su cartel de referencia no hace ningún tipo de mención a su origen en la tierra colorada, sino que la presenta como “una prensa de reconstrucción  histórica realizada en 1942, con partes originales de una imprenta de fines del siglo XVIII”.
 Cabe recordar que, hasta el año 2013, al frente de esa imprenta había un cartel de referencia en el que se decía que “probablemente se trate de la primera prensa que funcionó en el Río de la Plata. Una creación local construida y manejada por los padres jesuitas e indígenas guaraníes en la reducción Nuestra Señora de Loreto, de Misiones. Realizada en el año 1700 a partir de madera, hierro y piedra con tipos de estaño y plomo”.
Pero, a partir de la disputa que tuvieron hace cuatro años la Nación y Misiones por la tenencia de esta pieza histórica, las autoridades nacionales modificaron  la etiqueta identificatoria de la pieza, en la que ya no figura ninguna información que pueda relacionar la imprenta con su origen en tierras guaraníes.

Andrés Guacurarí llegó al Cabildo
En el museo del Cabildo de Buenos Aires también permanece abierta  una exposición referida al Bicentenario de la Independencia de la patria, que muestra cómo era el antiguo Virreinato del Río de la Plata y, en ese contexto, relata la lucha del comandante Andrés Guacurarí en el Noreste argentino.
La muestra se llama 1816. Un país en construcción  y permanecerá abierta hasta fines de agosto en la sala Jorge Hardoy, ubicada en la planta baja del museo.
En la mencionada exposición, se cuenta que al momento de la Declaración de la Independencia, el 9 de julio de 1816, el extenso territorio de lo que hoy es Argentina era mucho más amplio y en cada región había situaciones específicas de marchas y contramarchas que buscaban la liberación de toda potencia extranjera.
Y en lo que actualmente es la provincia de Misiones, la muestra resalta la figura del comandante Andrés Guacurarí, “que luchó por reunir a los 30 pueblos de la antigua provincia jesuítica bajo mando guaraní sin obedecer a paraguayos, porteños o portugueses”.

En el Museo Histórico Nacional
El Museo Histórico Nacional, ubicado frente al Parque Lezama en el barrio porteño de La Boca,  también cuenta con una exposición  dedicada a los pueblos originarios de Argentina, donde la cultura guaraní está representada por diversos objetos de arte realizados en las Misiones.
En este tradicional museo, está presente la historia que forjaron guaraníes y jesuitas hace 400 años y se exhiben  pilas bautismales, puertas, columnas y diversos adornos tallados en madera que se expone como muestra de esa época.
Pero además de dicha colección, el Museo Histórico Nacional también resguarda un mural de piedra que hace más de 100 años fue sacado de uno de los portales de la reducción jesuítica de San Ignacio.
La pieza en cuestión fue reclamada por el Gobierno provincial para que sea regresada a su sitio original, pero a juzgar por la antigüedad del mural y porque ya se encuentra partido en casi cinco pedazos, es poco probable que pueda ser movido del lugar donde fue amurado en una de las paredes de las escaleras que conducen a los talleres de restauración del museo.
Se trata de una reliquia arquitectónica de piedra de aproximadamente dos metros y medio de alto por dos de ancho, que tiene en sobre relieve el monograma de la Compañía de Jesús, congregación católica fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola. Este sello distintivo, utilizado por los jesuitas que se asentaron en la tierra colorada, está compuesto por la imagen de una cruz y las letras iniciales de 'Iesus Hominum Salvador', que en latín quiere decir 'Jesús salvador de los hombres'. Esa placa fue construida por jesuitas y guaraníes para decorar una de las puertas de entrada al templo de la reducción de San Ignacio Miní. En esos muros permaneció hasta fines del año 1901, cuando visitó el lugar el ex presidente Carlos Pellegrini y decidió trasladar ese pedazo de historia misionera a Buenos Aires y donarlo al Museo Histórico Nacional.

La historia del tren Urquiza
El Museo Ferroviario Raúl Scalabrini Ortiz, ubicado sobre la avenida del Libertador, en el barrio porteño de Retiro, también expone locomotoras, asientos de trenes, telégrafos, campanas  y  fotografías de la historia de la línea Urquiza que unió  Buenos Aires con Posadas desde 1911 hasta 2011, cuando por última vez corrió un tren de pasajeros por esas vías.
“En este museo tenemos gran parte de la documentación escrita y fotográfica  desde que se comenzó a construir la estación de tren en Posadas en 1911, hasta la desaparición del servicio que ocurrió hace cinco años”, explicó el archivista del lugar, Marcelo Andrada.
Seguidamente dijo: “Como la mayoría de los ramales ferroviarios argentinos, la línea Urquiza  nació con el objetivo de trasladar a los inmigrantes hacia el interior del país y al mismo tiempo traer las producciones agropecuarias hacia el puerto de Buenos Aires”. 
En el frente del Museo Ferroviario se encuentra una locomotora del ramal Urquiza que alguna vez llegó a la tierra colorada y en el interior de las salas hay telégrafos, vajilla, asientos,  boletos y todo tipo de objetos relacionados con los trenes y las estaciones que nacieron a fines del siglo XXIII y comienzos del XIX.
Según explicó Andrada, “el ferrocarril Urquiza es de trocha media, es decir, que entre las vías hay una distancia de un metro 435 centímetros, que es la medida estándar universal”.
Entre la documentación que se expone en el Museo Ferroviario, está toda la referida a los antecedentes de cómo nació la Línea Urquiza. “Este servicio en su mejor momento corría desde Buenos Aires hasta la ciudad de Encarnación, pasando por dos tramos del río Paraná que ahora tienen puente pero que en ese momento se hacía en ferry-boat: el primero desde Zárate a Ibicuy y el segundo desde Posadas hasta el puerto de Pacu-Cuá, en Encarnación”.  
Asimismo, el museo posee una colección de las publicidades que se hacían el siglo pasado para promocionar los viajes en tren. Hay una vitrina específica dedicada al Expreso Cataratas, que era “un servicio de lujo con camarotes, restaurante y hasta sala de cine a bordo del tren que hacía el trayecto Buenos Aires Posadas en 16 horas”, cerró el guía.

Por Daniela Cortés
sociedad@elterritorio.com.ar

La imprenta jesuítica permanece en el Cabildo porteño.
En el museo Scalabrini Ortiz descansa la génesis y el ocaso del tren misionero.