El camino que sigue la pasión

domingo 27 de mayo de 2018 | 5:00hs.
El camino que sigue la pasión
El camino que sigue la pasión
“Es un sueño hecho realidad”,   asegura Oscar Mandagarán al graficar el panorama actual de la danza en Misiones. Con disciplinas diferentes como tango, árabe, flamenco, bachata, salsa, hip hop que se suman a las ya tradicionales folclore y ballet clásico, se abre un mundo de posibilidades a bailarines profesionales y aficionados.

La danza de descubrir
Para Aristóteles, el arte nos distingue de la naturaleza. Por eso, más allá de la destreza que se adquiera, bailar es una expresión corporal y humana que hermana, comunica; revela lo más primitivo del ser y lo más profundo.
“El arte, el baile me permitió descubrirme a mí mismo”, coincide Mandagarán. “Me permitió acercarme más a la gente y entender que estás en este mundo para dar algo, para dejar algo”, agrega.
Oscar descubrió su pasión de niño: a los 5 años hacía de DJ alternando discos en la vitrola para que todos pudieran bailar en el patio de su abuela.
“Esa experiencia, de tan chico, te marca”, explica el Mensú de Oro 2011. “Estudié economía, pero no era lo mío. Pensé: contador que sea otro, yo quiero ser contador de teatros, de artistas...”, detalla el misionero que junto a la compañía Forever Tango recorrió el mundo. Si bien al principio no todo fue color de rosa, expone siguió su sueño gracias a la humildad. Humildad para discernir que no hay obstáculos malos sino que todo es un aprendizaje. “Siempre creer, buscar objetivos, ir por más”, sugiere.
Muchas frases de la sabiduría popular postulan que la felicidad está hecha de pequeños momentos, esos en los que no se advierte el paso del tiempo. “La emoción aparece y el intelecto florece”, clarifica Mandagarán. Es que científicamente está comprobado que el ocio, el arte, el deporte son aristas que se cultivan no sólo para alimentar el intelecto o el físico, sino el espíritu.
“Es eso que está ahí , que sabés que te apasiona, que no te aguantás las ganas de hacerlo. Es como una llama que hay que alimentarla y convertirla en fogata…. que también contagie a otros, porque el artista tiene que mostrar lo que hace”, refiere el bailarín que hoy concretó el  sueño de tener un espacio propio donde se vive la cultura. Con clases de baile y diferentes presentaciones artísticas, se instaló en el centro de Posadas.
“En Kabbalah todos quieren bailar y pasarla bien. En un año ha crecido un montón, hicimos más de 60 peñas”, relata el emprendedor que inauguró una milonga estable (todos los domingos) en la capital misionera. Además de los talleres de tango y bachata que funcionan en este lugar, las noches se visten con música temática de la mano de artistas locales. Hay noches japonesas, brasileñas, irlandesas, cubanas, tablados y peñas. “Al no cerrar las ventanas, el que pasa por la vereda también puede disfrutar de la clase o el show que estemos dando”, entiende Mandagarán. De esta manera, en la última semana, una nena de 10 años que pasaba por allí con su mamá, logró tener su primera clase de tango. “La nena vino con toda su ropa de danza clásica, se notaba que bailaba y cuando yo le pregunto ‘¿te gusta el tango?’, me dice ‘me gusta bailar’”, cuenta Oscar, y recuerda: “Yo le dije que la danza la va a llevar a todo el mundo. Yo quizás no tenía estas oportunidades de chico, hoy hay más herramientas, pero tenía ese mismo sueño, fue como una transmisión. A ella le brillaban los ojos cuando le decía que siguiera soñando, que siguiera bailando”.
El entusiasmo y optimismo se palpan en este bailarín que decidió volver a Misiones para impartir su  conocimiento. Su emoción crece al saber que surgen más lugares donde puede prosperar la cultura. “Hay que cambiar esa mentalidad de competencia”,  afirma. “Cuando me dicen ‘che, pero te pusieron un bar acá nomás, tenés más competencia’, yo digo ‘¡genial!’. Es mucho mejor que cada vez haya más gente que puede ver más shows... que el centro de Posadas se transforme”.
El recibimiento del público es favorable, aunque todavía para algunos es difícil entender por qué hay qué pagar un derecho de espectáculo, entender que el artista vive de su arte.
En definitiva, el mejor plan es dejar atrás los prejuicios e inhibiciones y animarse a bailar, a disfrutar. “Hay que desprenderse de la vergüenza, de que me importe lo que diga el otro...  Yo me di cuenta que cuando me saqué ese orgullo, fui artista”, alentó Mandagarán. 

Por Agustina Rella
sociedad@elterritorio.com.ar