Juramento Hipocrático y de fidelidad profesional

sábado 21 de abril de 2018 | 6:00hs.
Hipócrates, que vivió en el siglo V antes de Cristo, escribió el Juramento.
Hipócrates, que vivió en el siglo V antes de Cristo, escribió el Juramento.
Las disposiciones de los códigos de ética abarcan los derechos que se pueden invocar y los deberes que tienen que observar todos los profesionales del arte de prevenir y curar y sus ramas auxiliares, con relación a la sociedad, los enfermos, colegas y afines y entidades gremiales, colegios profesionales y del Estado.
Juramento hipocrático (500 a.c.): Juro por Apolo médico, por Esculapio, Hygia y Panacea, juro por todos los dioses y todas las diosas, tomándolos como testigos, cumplir fielmente, según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso: “Venerar como a mi padre a quien me enseñó este arte, compartir con él mis bienes y asistirle en sus necesidades; considerar a sus hijos como hermanos míos, enseñarles este arte gratuitamente si quieren aprenderlo; comunicar los preceptos vulgares y las enseñanzas secretas y todo lo demás de la doctrina a mis hijos, y a los hijos de mi maestro y a todos los alumnos comprometidos y que han prestado juramento según costumbre, pero a nadie más.
En cuanto pueda y sepa, usaré de las reglas dietéticas en provecho de los enfermos y apartaré de ellos todo daño e injusticia.
Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura.
No tallaré cálculos, sino que dejaré esto a los cirujanos especialistas.
En  cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción, y principalmente de toda relación vergonzosa con mujeres y muchachos, ya sean libres o esclavos.
Todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable.
Si este juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posteridad. Pero si soy transgresor y perjuro, avéngame lo contrario”.
Esta es la actualización de la fórmula hipocrática que llevó a cabo la  Asociación Médica Mundial. Asamblea General, celebrada en Ginebra, 1948, luego revisada en 1968 en Sydney.

Juramento de Fidelidad Profesional
En el momento de ser admitido como miembro de la profesión médica: Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad, otorgar a mis maestros los respetos, gratitud y consideraciones que merecen; ejercer mi profesión dignamente y a conciencia; velar solícitamente y ante todo por la salud de mis pacientes; guardar y respetar los secretos a mí confiados, aún después de fallecido mi paciente; mantener incólumes por todos los conceptos y medios a mi alcance el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; considerar como hermanos a mis colegas; no permitir que consideraciones de credo político o religioso, nacionalidad, raza, partido político o posición social se interpongan entre mis deberes profesionales y mis pacientes; velar con el máximo respeto por la vida humana desde su comienzo, aún bajo amenazas, y no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas.
Solemne y libremente, bajo mi palabra de honor prometo cumplir lo antedicho.
Los funcionarios públicos deben saber que las políticas que se adopten deben mirar, en primer lugar,  la atención de las necesidades sociales básicas y la promoción de las regiones y grupos sociales marginados. Un sistema económico que no procure justicia, pan, trabajo y libertad al conjunto de los argentinos “es nocivo, está en el error y va contra el hombre” (Juan Pablo ll).
Volvemos a reiterar lo que venimos sosteniendo desde hace muchos años: la violencia no es evangélica ni humana ni tampoco eficiente para la solución de los graves problemas argentinos.
Tendamos la mano que nuestro prójimo nos necesita.

Por José Miérez
Gerontólogo